La magia de lo real y Galicia

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

17 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El domingo que viene, después de las urnas, con los votos ya contados, asistiremos una vez más a la magia de lo real. Tendremos los resultados. La magia de lo real es lo que convirtió en famoso a ese escritor colombiano a quien la enfermedad al final de su vida le hizo hasta olvidarse de su nombre, pero al que nosotros, los lectores, recordamos bien: Gabriel García Márquez se llamaba. Hace poco se cumplió un año de su marcha. Era un tipo que nombraba las cosas como si las recitara. «Hacía tanto sol en el pueblo que los girasoles no sabían hacia dónde girarse». En la prosa de García Márquez hay siempre el entusiasmo de la poesía, de la poesía desnuda, como cuando ahorra palabras a lo Rulfo, y de la poesía con flores, como cuando se extiende en maravillas como Carpentier. Pero hoy, día de las letras en Galicia, mientras se aplaude a Filgueira Valverde, que se sabía todos los diccionarios y las enciclopedias, es bueno recordar, con todo el respeto para Gabo, que, antes que él, otro escritor, este de Mondoñedo, ya se había inventado esa máquina que permite convertir la fantasía en realidad. Que permite enredar lo real con lo mágico, como si vivir fuese mucho más que un sueño. Me refiero, claro, a Álvaro Cunqueiro, capaz de pisar el realismo mágico como una introducción a los milagros que luego hizo Gabo cuando puso a levitar a las palabras a la misma altura que Cunqueiro. No importa mucho la veracidad cronológica del hallazgo. Ya hay realismo mágico en Cervantes, por supuesto. Pero da mucho gusto subrayar que, en el cielo de clarinetes y gallos de Gabo, hay un sitio para Cunqueiro y su Ulises. Y, a los dos, los mira Filgueira Valverde mientras recita enciclopedias. El arte siempre se da la mano.