¿Escarmiento o tiro en el pie?

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

17 jun 2015 . Actualizado a las 19:12 h.

Después de varios meses de jaques y arriesgadas apuestas, parece que el juego ya no va más: se acerca la hora de la verdad para la deuda griega. Todas las opciones siguen estando encima de la mesa, desde el acuerdo con grandes abrazos en el último minuto a la salida del país de la zona euro (el ya famoso Grexit), pasando por algún arreglo para una suspensión del pago sin abandonar la moneda común. El caso es que, aunque sobre modalidades legales que debería tomar esta última solución los órganos comunitarios han trabajado mucho en los últimos meses, nadie sabe muy bien cuáles serían sus consecuencias reales. En cuanto a Grexit, ahora mismo hay dos corrientes muy visibles en Europa. La primera, que habla sobre todo alemán, entiende que a estas alturas puede ser la mejor solución, si los griegos siguen sin transigir con el formato de las exigencias de la antigua troika. Después de todo, se afirma, las posibilidades de contagio al sistema financiero internacional son escasas, desde el momento en que la deuda helena en poder de los bancos (¡mayoritariamente alemanes!) fue ya transferida a los gobiernos. Una parte apreciable de la opinión pública centroeuropea jalea esas posiciones.

Frente a eso, son muchos los que -desde el economista Joseph Stiglitz a algunos de los principales inversores internacionales- apuntan a todo lo contrario: un eventual accidente griego sí podría implicar una nueva e inesperada vuelta de tuerca de la crisis financiera, pues el demonio de la desconfianza y los comportamientos de manada no está atado con fuertes grilletes, sino solo con cordeles. La Administración norteamericana no parece ajena a esta visión, quizá debido a su conocimiento de primera mano de lo que vino tras el fiasco del banco Lehman. Eso explicaría las poco disimuladas presiones de Obama a favor de un acuerdo en la pasada cumbre del G-7.

El problema para los negociadores es que no se enfrentan a un riesgo (que se puede calcular), sino a una situación de incertidumbre, que es algo mucho más peligroso. Lo sabe el Gobierno griego y en eso basa sus estrategias aparentemente suicidas. Pero por mucho que hayan cometido algunos excesos y errores, al igual que la contraparte comunitaria, no hay duda de que tienen un fuerte incentivo para llegar a un acuerdo: cabe esperar que cedan en algunos puntos, pero probablemente no en la exigencia de una quita (algo que por cierto recomiendan algunos reconocidos y muy ortodoxos expertos en la cuestión).

Y ese acuerdo es imprescindible, por mucho que algunos gobiernos tengan ganas de proporcionar un escarmiento a los amotinados helenos. Porque los males económicos producidos por una ruptura podrían ser muy superiores a su coste (después de todo, hablamos de un país cuya economía representa menos del 2 % del PIB de la UE). Pero, además, y sobre todo, porque sería la peor de las noticias para el proyecto de integración europea. Decididamente, Grexit es la peor solución.