Quien esto escribe hubiese votado sí, pero el 61,31 % de los electores helenos se inclinaron por el no y este resultado refuerza la posición de Tsipras. Desde una concepción europeísta, los griegos y el resto de europeos somos compatriotas, por lo que ahora más que nunca los gerifaltes de la eurozona deben mostrarse tolerantes a la hora de negociar para que Grecia no salga del euro. Nada de ultimátums. Este no es un enfrentamiento entre Angela Merkel y compañía contra Tsipras, sino una toma de decisiones que se debe hacer consensuadamente entre las autoridades griegas y las de la UE. Sin chantajes y amenazas de hundir a la patria de Pericles. Un país que lo está pasando francamente mal por la pésima gestión de los gobiernos que precedieron al de Tsipras. No olvidemos esto último. El actual primer ministro poca culpa tiene de la situación actual. La ha heredado, e injusto sería hacerle responsable de la misma. Pero eso poco le importa al presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, que calificó el resultado como «muy lamentable para el futuro de Grecia». Cuando las urnas han hablado tan cristalinamente, esos comentarios, a no ser que pretendan meter presión, sobran. La Unión Europea debe ser solidaria, pero no al estilo de Rajoy cuando dijo que «una cosa es ser solidario y otra serlo a cambio de nada».