El señor Rajoy tiene razón en casi todo lo que dice sobre Grecia, menos en un detalle, que no es precisamente el menor: la tragedia económica que vive ese país, el corralito y la aceptación final de humillantes condiciones de rescate no son culpa de Syriza. A Syriza le correspondió la peor parte de la crisis, sin duda; pero el endeudamiento ruinoso, la calamitosa gestión económica, el cachondeo fiscal, las trampas en las cuentas públicas y la pérdida de confianza de los mercados tiene unos orígenes mucho más lejanos. Son responsabilidad directa y original de los gobiernos socialistas y conservadores que precedieron a Tsipras. La intervención de Grecia por los hombres de negro fue provocada por su gestión. Y a Tsipras se le votó en las urnas precisamente porque venía a combatir la austeridad que estaba provocando esa intervención. Creo que conviene tenerlo claro, más allá de la ideología de cada uno, porque España va a entrar, ha entrado, en una tormenta política llena de oportunismo y demagogia. Fue oportunista el señor Rajoy en su discurso a la Conferencia Política del PP por decir que Grecia es el destino al que nos pueden llevar los populistas y el PSOE, juntos o por separado. Son exageradamente oportunistas los nuevos portavoces del PP que toman esas palabras del líder como guion para sus intervenciones públicas y las agrandan hasta el ridículo de convertir el asunto griego en un tema español. Y es demagogo Pedro Sánchez al acusar a Rajoy de buscar votos a costa de las desgracias de los pobres griegos.
Ignoro si en otros países ocurre lo mismo, porque en otros países no tienen un partido llamado Podemos, muy bien situado en las encuestas y cuya identidad con Syriza fue proclamada por sus propios líderes. Ignoro también la eficacia de este discurso, que en el caso de Rajoy es la explotación del miedo en beneficio propio y, en el caso de Sánchez, parece un recurso de quien no se atreve a negar una futura alianza con Podemos y utiliza el electoralismo de Rajoy como tabla de salvación para cubrir el expediente de una presencia informativa.
Creo que, como en todo, los que importan y deciden son los hechos. Y los hechos son que Tsipras heredó lo que heredó, pero no pudo hacer nada de lo que había prometido: ni aumentar pensiones, ni disponer de rentas para desprotegidos, ni dejar de pagar una parte de la deuda, ni aumentar el gasto público en nombre de la justicia, ni hacer el milagro de los panes y los peces a costa del dinero de las demás naciones. Tiene que hacer la política posible en una Europa exigente. Y tiene que tragarse sus aspiraciones de soberanía. Esa es su lección política para Podemos y para España. Lo otro, insisto, es oportunismo y demagogia.