El gesto del rey y su peligrosa explotación

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

21 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El rey Felipe está cabreado con Artur Mas y no lo pudo ocultar. Puso la cara que todos hemos visto en las fotos y tiene su valor: como los reyes no hacen declaraciones políticas y solo hablan por gestos, ahí tenemos el gesto real ante el hombre que quiere romper su reino. Hubo mucha gente que le aplaudió y otra gente que no lo hicimos porque entendemos que Felipe VI es el rey de todos los españoles y la persona que saludaba era, en ese momento, el representante de los catalanes, que por el momento siguen siendo españoles.

Lo más llamativo, sin embargo, vino después. Vino, en primer lugar, cuando esas imágenes llegaron a las redacciones y resultó inevitable la comparación, tan tentadora para los telediarios: se rescataron los vídeos del saludo a otros presidentes de comunidades autónomas, desde Núñez Feijoo a Fernández Vara, y aquello era una fiesta. Quedaba claro que había dos clases de presidentes: los fieles a la Constitución y el que se la pasaba por el forro. Había, por tanto, dos clases de simpatías. Muchos catalanes, los más influenciables por la doctrina separatista, habrán repetido la teoría más querida por ellos: en España no se les quiere, en la Jefatura del Estado, tampoco. Ya sé que es injusto, pero los sentimientos se mueven con esa injusticia.

Y lo más peligroso es el uso que el Partido Popular y sus «terminales mediáticas» hicieron de la estampa. Uno de sus jóvenes líderes sin corbata aprovechó la circunstancia para decir que así hay que tratar siempre a Mas. Otros celebraron el episodio como si fuese la forma efectiva de frenar el desafío soberanista. Estaba claro: Felipe VI había complacido, había hecho feliz al españolismo más contundente. Pero quédense con el mandato del joven líder conservador: así hay que tratar siempre a Artur Mas. Esos mismos jóvenes repiten cada día miméticamente el discurso de Rajoy: nunca habrá independencia. No explican por qué ni se les ocurre pensar que a lo peor están provocando la respuesta del «eso lo dirás tú» o «te vas a enterar».

Yo solo hago un apunte modesto y molesto: el rey Felipe VI viaja mucho a Cataluña. De los altos responsables del Estado es el que más viaja y eso le honra. En cada viaje está obligado a encontrarse con el presidente de la Generalitat. ¿Qué pretenden los jóvenes agitadores del Partido Popular? ¿Acaso que sea correspondido con la frialdad que ellos proponen a la inversa? ¿Acaso que los nacionalistas tratados fríamente en Madrid hagan en Cataluña de su majestad la imagen visible del «España no nos quiere»? Dejo las preguntas en el aire. Pero temo que, con actitudes así, se siga fabricando independentistas. Y una vez que voten el 27 de septiembre, a ver quién restablece la cordialidad.