Si los billetes que esparció sobre Joseph Blatter fueran auténticos, y de 100 dólares, el cómico Simon Brodkin sería investido hoy vicepresidente de la FIFA a perpetuidad. Pero, claro, eran falsos, como pudo descubrir Blatter, y se le ve en la cara, sin necesidad de hacer un reconocimiento táctil. A la hora de comprobar un billete la experiencia es un grado, y el presidente del organismo que ¿rige? el fútbol mundial la tiene. De ahí que no se metiera ninguno en el bolsillo, de ahí que al cómico, en lugar de un homenaje al estilo Broma de Oro, le hayan reservado una demanda criminal por hacer un chiste en una rueda de prensa con algo con lo que, a estas alturas del partido, llama al chiste permanente: gracias a Blatter (ahora dimite, ahora no dimite) la FIFA es una de las instituciones más corruptas del mundo. Si fuera un Estado, estaríamos hablando de algo así como Somalia o Corea del Norte. La foto en la que Blatter demuestra que sabe de billetes podría servir de inspiración al cartel de una película sobre los chanchullos FIFA. La meca de la corrupción como argumento para la meca del cine. En la versión española habría que reservar un papel estelar a Ángel María Villar, alumno aventajado de Blatter, posiblemente también en esa capacidad sobrenatural para saber cuándo un billete verde es auténtico, cuándo es falso.