De Hiroshima al Zar

Jorge Mira Pérez
Jorge Mira EL MIRADOR DE LA CIENCIA

OPINIÓN

24 may 2016 . Actualizado a las 11:43 h.

Ayer se cumplieron 70 años del fin de la II Guerra Mundial, un conflicto en cuyos inicios se llegó a ver en combate algún avión biplano o cargas de caballería y, tan solo seis años después, se vieron aviones a reacción, misiles y la bomba atómica. Esta bomba es la expresión más clara de un hecho sorprendente, apuntado por Einstein en 1905: la desaparición de una cantidad de masa conlleva la liberación de una gran cantidad de energía. Así, con solo la veinteava parte de 1 gramo, se podría conseguir tanta energía como en la explosión de 1 millón de kg de TNT, el explosivo convencional más usado en esa guerra. Esa cantidad de energía, usada como referencia de medida, se conoce también como kilotón. La bomba lanzada sobre Hiroshima liberó el equivalente a 15 millones de kg de TNT y la de Nagasaki, 20 millones. Si estos números le parecen un infierno (y eso que solo hablamos de la explosión, no de la radiación que dejan), ya le aviso que son pírricos comparados con lo que vino poco después con la guerra fría. En 1961, solo 16 años después de las de Japón, la Unión Soviética detonaba la llamada Bomba del zar, la más potente de la historia: ¡liberó tanta energía como cuatro mil bombas de Hiroshima juntas!

Fue diseñada gracias a las ideas del físico ruso Andrei Sajárov quien, dándose cuenta del abismo al que se dirigía el mundo, emprendió una decidida actividad antimilitarista, por la que fue duramente reprimido. En 1975 se le concedió el Premio Nobel de la Paz, que no pudo recoger al no permitírsele salir del país.