Humanizar nuestras ciudades

Andrés Precedo Ledo CRÓNICAS DEL TERRITORIO

OPINIÓN

19 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Qué se entiende por hacer las ciudades más humanas? Se puede resumir así: pensar y entender que el y progreso de nuestras ciudades no debe basarse solo en la gran obra y en la inversión en infraestructuras; se requiere avanzar además en una gestión integrada e inteligente del espacio urbano pensado desde las necesidades de los ciudadanos para alcanzar una aceptable calidad de vida en la calle, para pasear, para trasladarse, para comprar, para descansar, para disfrutar del ambiente creativo que debe envolver la ciudad y para recuperar la relación con la naturaleza. La fórmula es ya clásica: aceras anchas, arbolado, ajardinamiento, mobiliario, bancos, iluminación, plazas peatonales, contenedores subterráneos, etcétera. Se les pueden añadir elementos simbólicos, figuras populares, esculturas modernas u otras. Se habla de bulevares, de sendas y corredores verdes... Todas tienen en común la búsqueda de una armónica combinación entre la calle, el tráfico, el verde y los ciudadanos, para que estos se sientan en un entorno habitable.

En Galicia tenemos una ciudad ejemplar: Pontevedra. Es donde mejor han sabido unir peatonalización, sostenibilidad y valorización del patrimonio urbano. Es el exponente de nuestro mejor urbanismo en centros históricos. Lugo sobresale por la recuperación de la memoria de ciudad romana. También Ourense empezó bien, pero se quedó. Vigo llegó tarde pero es el centro histórico más innovador en su planteamiento. En Santiago la rehabilitación arquitectónica ha sido ejemplar y muy premiada, pero se han olvidado de la revitalización o dinamización. En cuanto a los centros modernos y los barrios, indudablemente el caso más elocuente es el de Vigo, donde la satisfacción y autoestima de los ciudadanos es muy relevante. Quedan fuera del palmarés las dos ciudades más norteñas: Ferrol, en plena decadencia física y humana, y A Coruña donde la humanización se detuvo, porque muchos siguen pensando en la ciudad como espacio para el automóvil, en las avenidas como autopistas y en duras y desarboladas plazas enlosadas.

¿El camino? No hace falta mirar muy lejos. En el Norte de España encontraremos buenos referentes: el mejor urbanismo español (Pamplona), la excelencia en sostenibilidad (Vitoria), el prestigio mundial en diseño urbano (Bilbao) y la humanización más culta en San Sebastián. Las demás tienen sus más y sus menos. Santander sigue padeciendo su extrema dicotomía entre una fachada elegante y bella y una parte de atrás de pésima calidad urbana, y Oviedo, Gijón y Avilés han hecho importantes avances, deslucidos por la sombra de actuaciones equivocadas de márketing urbanístico, como fue la Isla de la Innovación en Avilés o el centro de Calatrava de Oviedo, émulas pequeñas de nuestra Ciudad de la Cultura.

Es el haz y el envés de un urbanismo que solo requiere realismo, cultura, buen gusto y de ver la ciudad desde las personas. Con tantos cuartos que se gastaron inútilmente en planes fantasmas o en proyectos elefantiásicos, e incluso en mantener activos los errores, se podrían humanizar todas las ciudades gallegas. Y ese es el camino de las ciudades inteligentes de verdad.