Ninguno de los políticos que en nombre de los valores occidentales y los derechos humanos envió tropas para derrocar a regímenes en Afganistán, Somalia, Yemen, Nigeria, Siria, Irak, Sudan y Libia informó previamente a sus ciudadanos que las consecuencias de aventar tanto avispero iban a ser las que hemos sufrido hasta ahora en Nueva York (2001: 2.973 muertos), Madrid (2004: 191 muertos), Londres (2005: 56), Beirut (2008, cuartel de los marines norteamericanos: 241), Bombay (2008: 173), Túnez (2015, Museo del Bardo: 24 y Hotel Imperial Marhaba: 38), Kenia (2015, Universidad de Garissa: 156) y Paris (2015: 20 muertos en Charlie Hebdo y 128 el viernes). Ninguno. De la tragedia de París hay algo más preocupante y trágico que los 128 asesinatos: que los servicios de información de los cuerpos y agencias de seguridad detectaron que se iban a producir atentados terroristas, pero que no fueron capaces de neutralizarlos porque hasta su materialización luchaban contra fantasmas que se movían entre el mundo real y el virtual, que están entre nosotros, han nacido junto a nosotros, crecido, educado y alimentado con nosotros, disfrutado del bienestar y las libertades conjuntas que hemos construido, y que, sin embargo, entran y salen de nuestro mundo, de su mundo, para adentrarse en el otro, en el exclusivo de ellos, en el que solo reina el fanatismo y el terror de la Edad Media. François Hollande ha dicho en su mensaje a los franceses que «lo que se produjo en París es un acto de guerra que estaba preparado, organizado y planificado desde el exterior y con complicidades interiores».
Y ha advertido que Francia será implacable y no tendrá compasión con los bárbaros del Estado Islámico. El satánico ISIS-Daesh le ha respondido que «solo es el principio de la tempestad» y ha dicho a los franceses que no vivirán en paz. Francia ha establecido el estado de emergencia y cerrado fronteras, universidades, colegios, ayuntamientos y salas de fiesta. ¿Por cuánto tiempo? Eso significa restringir la libre circulación de personas y mercancías por el territorio Schengen de la Unión Europea y adentrarse por entre las libertades que los ciudadanos franceses, europeos y occidentales conllevan desde hace años: secreto de las comunicaciones, secreto bancario, libertad de reunión y asociación, libertad de movimientos, libertad de manifestación, inviolabilidad del domicilio, libertad de prensa, libertad de expresión, derecho a la integridad física y moral, derecho a? Manteniendo las garantías democráticas y nuestra forma de vida, ¿cómo se controlan los millones de ciudadanos europeos de origen o religión mahometana sin restringir las libertades y derechos fundamentales que rigen nuestras sociedades? Y ¿por cuánto tiempo se limitan? ¿Y a los que llegan por millones a nuestras fronteras en busca de asilo o bienestar?
Y de estos, ¿cuántos son o se harán del ISIS o de otra de las franquicias que asesina y se inmola con explosivos al grito de Alá es grande? Estamos en un avispero del que no saldremos sin más sangre y menos libertades porque el enemigo está dentro, ha crecido dentro, es parte nuestra y no se va. Permanece. A la lucha de la civilización contra la barbarie le quedan tiempo y batallas antes de ganar la guerra.