Generación Bataclan

Beatriz Beiras AL DÍA

OPINIÓN

20 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Mamá, no te preocupes, estoy bien, no he ido al concierto». Era viernes 13 por la noche. A eso de las diez, a mi compañera de trabajo le llegó este mensaje de su hijo veinteañero, residente en París. Fue así como se enteró de la toma de rehenes en la sala Bataclan, de la que su hijo se salvó porque la entrada le pareció cara. El precio de su vida, 89 personas murieron acribilladas en la mítica sala parisina, la mayoría jóvenes en la treintena.

La masacre ha golpeado a una generación cuya única gran preocupación ha sido conseguir un empleo, poder emanciparse de casa y emprender su vida. La generación de sus padres los había protegido no solo de los peligros de la vida cotidiana, sino que les dio una vida confortable y una educación para competir por el preciado empleo.

La paz y la libertad se daban por hechas. Ni siquiera se alertaron cuando los caricaturistas, algo irreverentes, del semanario Charlie Hebdo cayeron bajo las ráfagas de los Kalashnikov el 7 de enero. En las manifestaciones de «Je suis Charlie» la mayoría era de la generación de sus padres.

Ahora ha sido su libertad, esa tan banal de salir a tomar una copa con quien te apetezca o ir a un concierto, la que ha volado por los aires víctima de una violencia de nuevo cuño. Como dice el profesor de Relaciones Internacionales del Instituto de Estudios Políticos de París, Bertrand Badie, es una violencia que emerge desde la profundidad de la sociedad y que es explotada por lo que él llama «empresas especializadas de la violencia», como el EI y Al Qaida.

Es a esa realidad, terrible y temible, a la que acaba de despertar la joven generación del hijo de mi compañera; esa a la que el diario francés Libération se ha apresurado a bautizar como generación Bataclan.