Cualquiera que contemple desde fuera de España la imparable banalización de una larguísima batalla electoral en la que los principales candidatos han cocinado, cantado, bailado, tocado la guitarra, montado en globo, participado en ralis, hecho rápel y otras muchas monerías y sandeces, no podría imaginar que este país haya vivido desde el 2008 la que esos mismos candidatos han considerado una crisis económica de gravedad sin precedentes.
Por tanto, una de dos: o los políticos han exagerado la envergadura de la crisis -el PP para cargar contra el Gobierno que la negó durante meses; y la oposición para cargar contra el PP, al que acusa de haber fracasado en la lucha contra ella-, posible exageración que, sin duda, merecería un serio estudio; o nuestros políticos son unos frívolos que, pese a la gravedad del momento que atraviesa su país, están convencidos de que el pueblo, puesto a elegir entre panem aut circenses, prefiere el circo sin dudarlo.
Es verdad, claro, que en defensa de esa conversión de la política en el mayor espectáculo del mundo siempre cabría alegar que existen muchos electores que prefieren ver a sus dirigentes haciendo el payaso, el tenor o el jabalí (por decirlo con la célebre expresión que Ortega utilizó en las cortes constituyentes de 1931 para describir lo que jamás debía permitirse un diputado) que tomándose la molestia de explicar rigurosamente sus proyectos o la crítica que le merecen los de sus competidores.
No lo negaré: existen esos electores -los que prefieren un buen baile a un buen discurso- según lo demuestran las redes sociales de forma concluyente. Pero, subrayémoslo, ni son la mayoría (¿cómo sino los 9.200.000 espectadores del debate de Atresmedia esta semana?) ni seguirían creciendo si en lugar de darle política basura o política espectáculo se les brindase la que una sociedad democrática adulta está dispuesta a consumir si hay quien se la ofrezca.
Porque, en materia informativa, es la oferta la que crea en gran medida la demanda. Un solo ejemplo Vía V, el excelente programa que dirige y modera en V Televisión Fernanda Tabarés, se ha convertido en el principal referente en Galicia del debate político televisivo. ¿Por qué? Porque existe auténtica hambre de información plural y de calidad y porque si alguien tiene capacidad para ofertarla seriamente, los espectadores potenciales, que están por todas partes, crecen como hongos.
Gran parte de nuestros líderes han caído, sin embargo, en el error de creer que contra la demanda de política basura o espectáculo nada cabe hacer. Lo que constituye no solo un grave error, sino una inadmisible falta de respeto a una sociedad cuyos esfuerzos y sufrimientos durante estos siete últimos años merecen que se traten con seriedad los problemas de España y sus posibles soluciones.