Estas dualidades sociales reparten, de forma desigual, sus votos en cuatro partidos mayoritarios en gran parte de España, con Cataluña y sobre todo el País Vasco como excepción. La sociedad española abandonó el bipartidismo. Rajoy lo ha reconocido. Necesitará de acuerdos para gobernar. Igual sucederá a cualquier otro candidato si fuera que ganara las elecciones. Ni mayorías absolutas, ni confortables.
Los 20 millones que nacieron luego de la crisis económica del 73, de los que votan 12 millones, son los que en mayo del 2010 se movilizaron indignados contra el Gobierno de Zapatero. Con Rajoy y el Partido Popular solo encontraron más razones para rechazar la vieja política, que los llevó a un 45 % de paro, a la emigración, al mal empleo y a una reducción de los salarios de al menos un 10 %, situándolos en la precariedad y la desigualdad. Fueron esos jóvenes quienes movilizaron a las generaciones que habían vivido el bienestar y la bonanza, convirtiendo el desinterés, la apatía y el conformismo en desafección primero, porque el poder no representaba a los ciudadanos y sus problemas, y después en una participación activa, propiciada por los nuevos partidos con nuevos discursos. La realidad es que esos jóvenes que se sienten, y lo son, maltratados por los poderes en su sentido más amplio, no solo se han interesado por el poder, sino que han contagiado ese interés a los mayores. Cuando a los ciudadanos se les dice que han vivido por encima de sus posibilidades se agudiza su capacidad de análisis y concluyen que no han sido ellos, sino otros poderes bien identificados los que han drenado y alterado su sistema económico y su bienestar. En esa identificación entra el poder representativo y su mala gestión, pero también un gran bloque burocrático, arbitrario y autónomo como lo define Jaime Miquel, al servicio de sus propios intereses, que no son los de los ciudadanos y llevan a un reparto desigual tan propio de los países del sur de Europa.
Así se sitúa hoy el dilema de los carcas, conformistas o desinteresados, frente a los progres que interesados por el poder y con la capacidad del voto han decidido reequilibrar el poder de quienes les gobiernen. Porque progres y carcas comparten las libertades individuales y derechos sociales alcanzados. Sea sanidad, educación o dependencia. Sea igualdad social o de género. Por eso, cuando alguna fuerza política los pone en cuestión es penalizada.
Quedan las mujeres, más de la mitad de la población. Las grandes desiguales. Desigualdad salarial, social y profesional. Desigualdad en la familia. Desigualdad entre las trabajadoras, que alcanza a las de los grupos directivos. Que se manifiesta en salarios, un 19 % inferior a los de los hombres, o en empleo, donde solo la mitad de las mujeres trabajan fuera de casa. También en la violencia de género. Por ello no extraña que conformen la mayoría del grupo de indecisos. Tanta que, según las encuestas, de ellas dependerán en gran medida los resultados electorales, y los necesarios acuerdos para gobernar.