En estos meses en los que el Parlamento de Cataluña ha estado en aparente letargo desde que se constituyó, a finales de octubre, ahora prolongado por la decisión de la CUP de no apoyar la investidura de Artur Mas como presidente y que nos lleva a esperar las nuevas elecciones autonómicas, ha dado tiempo a preparar propuestas, preguntas y a constatar ciertos vacíos inexplicables.
Hace tres años las profesoras Esteve e Illamola, profesoras de derecho de la Unión Europea, reconocían que «poner la subsidiariedad en la conciencia parlamentaria -nacional y regional- constituye un reto». En efecto, tanto el Estatuto de Autonomía catalán como el reglamento de la cámara recogen la participación del Parlamento en los procedimientos de control sobre la subsidiariedad. En palabras cercanas, supone que esta institución está al corriente de las propuestas de actos legislativos que la Comisión Europea elabora, susceptibles de afectar a competencias autonómicas y, a tal efecto, puede dar su opinión. Si esto es así, la opinión se envía al Parlamento nacional que elabora, a su vez, un dictamen sobre la adecuación o no de la propuesta al principio de subsidiariedad y la traslada a las instituciones europeas. Ciertamente es un procedimiento complejo; a primera vista no se le ve gran utilidad, pero se impulsó entre otras razones para reducir el déficit democrático de la Unión Europea y acercarla a los ciudadanos. Activar este procedimiento permite, como mínimo, que desde una fase temprana, los diputados catalanes conozcan lo que se fragua en Europa.
La sorpresa ha sido que, repasando la actividad de la anterior legislatura parlamentaria, la parte correspondiente a subsidiariedad ha brillado por su casi ausencia. Puedo entender que se vea un tema muy técnico, sin rédito inmediato, a veces desalentador, que requiere trabajar con el Congreso y el Senado. Sin embargo, otros temas internacionales-europeos sí se han debatido en la pasada legislatura y algunos eran, por cierto, de dudosa competencia.
Tal vez lo que ha pasado es que las prioridades eran otras. El proceso secesionista en Cataluña va dejando rotos: la corrupción, la falta de recursos para afrontar cuestiones sociales, son algunos de ellos, pero también el abandono prematuro de las competencias, de la facultad de actuar en el terreno de lo posible. Los esfuerzos se han centrado en perseguir una vía de ensoñación que no lleva a ninguna parte y se han aparcado, o lo que es peor, minusvalorado, otras vías para las que tenemos capacidades, que enlazan con el proyecto de España y el de la UE.
Así, frente a la desconexión en la que algunos siguen insistiendo, otros (cada vez más) apostamos por seguir conectando con los proyectos comunes citados. La perseverancia para este nuevo año 2016 va a ser una de nuestras fortalezas, y el reto, una conexión mejorada.
Susana Beltrán es diputada de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña