Galicia, una abuelita

Andrés Precedo Ledo CRÓNICAS DEL TERRITORIO

OPINIÓN

08 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El papa Francisco, siempre tan acertado en sus diagnósticos sociales y en su intento por actualizar la doctrina y la praxis de la Iglesia católica, ha dicho una frase espléndida para describir el problema demográfico europeo: «Europa todavía no murió, pero está medio abuelita». La variante argentina del lenguaje aporta especial simpatía a sus declaraciones, exponiendo a la comprensión de todos los grandes problemas de la humanidad. ¿Qué expresión más gráfica que esta para describir el grave problema del envejecimiento demográfico europeo? Y si este diagnóstico resulta acertado para el conjunto de Europa, ¿qué no será para Galicia? Siempre me llamó la atención escuchar al malogrado político José Cuíña en sus discursos aquella frase: «Galicia, nai e señora», título de un libro firmado por Basilio Losada y Carlos Casares. No cabe duda que hoy tendría que decir «Galicia, nosa aboa». En todo caso, una manera simpática para designar una situación muy grave: la amenaza que el paso del tiempo puede suponer para la población gallega.

Hasta ahora todas las medidas han sido más propagandísticas que eficaces, como por desgracia caracteriza muchas de las políticas actuales en España y en Europa. Lo más fácil es subsidiar los nacimientos, siguiendo la inveterada filosofía de las subvenciones, que a la larga no sirven para casi nada. Mientras la oferta de trabajo, los ingresos de las familias, el precio de la vivienda y la conciliación de la vida familiar y laboral no mejoren, una política de subvenciones no sirve para compensar los efectos del envejecimiento. Más aún, como tampoco nuestra economía crece adecuadamente, y como no vienen empresas de fuera, tampoco se crean empleos nuevos en la cantidad requerida.

Hay que pensar otras formas de atraer nuevos habitantes. Tal vez con imaginación podríamos encontrar una oportunidad en la nueva oleada de refugiados que, como las viejas hordas de las invasiones que la Europa antigua acogió, puede aportar esa savia nueva que la abuelita europea no es capaz de parir. Ya sé que detrás de esto hay importantes problemas culturales, religiosos, y étnicos, pero desde el punto de vista demográfico no cabe duda de que el nuevo éxodo de los pueblos al sur del Cáucaso, propiciados por una política atroz, como siempre ocurrió con estas oleadas de personas, pueden ser una oportunidad. Bastaría con ofrecerles aldeas abandonadas y tierras incultas de las que tanto abundan en la Galicia interior, y cada vez más en la occidental, para empezar a resolver dos problemas casi irresolubles hasta ahora: el despoblamiento del campo y el envejecimiento. Se trata de ideas rompedoras y arriesgadas, pero solo cuando los gobernantes tienen ambición son capaces de liderar y transformar un pueblo. Cuando la ambición falta, en los países, en las regiones y en las ciudades nos quedaremos como estamos; mientras, el futuro se nos escapa entre los dedos de la mano que solo se mueven para tocar teclas localistas, cortoplacistas y espurias.