Cualquier observador atento de la realidad percibe que se está produciendo un cambio de paradigma económico, social y político a nivel global. En España esta vez entramos con el pie adelantado y, aunque la transición traiga consigo incertidumbres y riesgos, como siempre ocurre, el proceso se va produciendo de una manera gradual y democrática. Algunos se resisten a interpretar el cambio, principalmente porque no lo entienden, y siguen enjuiciando las cosas con cristales opacos, enmohecidos por los años de visión en una sola dirección. Tan aferrados están, que reniegan y desprecian los nuevos parámetros sociales, culturales y políticos.
Eso les pasa a muchos políticos españoles, que por eso siguen instalados en el inmovilismo y en posiciones reaccionarias, pero le sucede lo mismo a muchos opinadores mediáticos que se muestran incapaces de cambiar la visión de los lentes y terminan pasando de la miopía a la ceguera.
El cambio es mundial y afecta a todo, también a todos los territorios. En Galicia son perfectos sabedores de esto las jóvenes generaciones, y cuando hablamos con los nuevos emprendedores, con los nuevos intelectuales, con los nuevos políticos, y con los nuevos artistas nos damos cuenta de que no se trata de algo pasajero.
Experiencias como la convergencia social que sustenta un gobierno local como el del Ayuntamiento de A Coruña, entre otros, merece, por eso, nuestra mayor atención. El cambio va más allá de las formas, y cuando se analiza el modelo de ciudad que defienden, que comparto totalmente, se constata que estamos en un entorno nuevo y por eso vehemente, aunque con la falta de experiencia de la juventud. No importa, la experiencia se adquiere, pero la innovación no se copia. Recuerdo una conversación con una de las personas más ricas de España acerca de la creatividad social, cuando me decía, refiriéndose a A Coruña y a Galicia: «Si buscas creatividad, solo puedes encontrarla en los jóvenes. En las instituciones abunda más la mediocridad que la creatividad». Y abundaba en nombres y anécdotas. Fue hace tres años.
Más recientemente, una persona de una empresa multinacional decía: «La verdad es que el cambio se está produciendo en todo el mundo, incluso en China, y estamos preocupados por el riesgo que puede suponer en algunos países, pero en España vamos bien, porque es un cambio graduado y democrático». Al final me decía: «Mira, el cambio es inevitable, porque lo que habíamos construido no era lo mejor».
Eso es lo que pienso, no en vano he tenido tan buenos maestros. Pero en mi entorno veo demasiado reaccionarismo, demasiada resistencia mental, demasiada falta de espíritu innovador. A lo mejor es porque Galicia es una comunidad demográficamente envejecida. Y ya se sabe que a lo largo del historia los cambios de paradigma siempre han venido, al menos en la práctica, de mano de los jóvenes.