La gomina del señor alcalde

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

20 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Estaba la Guardia Civil contando los fajos de billetes del altillo de casa de los suegros de Granados: casi un millón de euros contantes y poco sonantes. Estaban los periódicos haciendo números del efectivo recibido por el Partido Popular de Madrid como ayuda generosa para las elecciones del 2004: unos cuantos centenares de miles de euros. Estaba la Fiscalía tratando de encontrar la relación entre esa generosidad y la concesión de obras públicas. Estaban temblando los despachos de la calle Génova, acongojados ante los indicios de financiación ilegal del partido. Y de pronto, surgió el gran escándalo que hace las delicias de buena parte de los cronistas: ¡el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, ha cargado a su ayuntamiento 15,90 euros de un frasco de gomina! De paso, le censuran que haya cargado también sus gastos de desplazamiento y alojamiento en A Coruña para asistir a la reunión de Alcaldes por el Cambio, porque el señor Santisteve milita en Zaragoza en Común-Podemos.

Está claro que, si hay algo de ensañamiento con el regidor, se debe en parte a su militancia. Los miembros de la «nueva política» se presentaron tan puros en su biografía e intenciones, tan censores de quienes gastaban un céntimo del erario público, tan rigurosos con el dinero del ciudadano, que ahora tienen que pasar el calvario de un examen meticuloso de lo que comen, de lo que visten y de cómo se acicalan. El rigor informativo llegó a este nivel: un diario de Madrid dejó caer que, mientras se hace el viaje coruñés y se compra la gomina, el Ayuntamiento de Zaragoza «está pidiendo rescate de los fondos estatales». Los 15,90 euros agravan el endeudamiento municipal.

Así se construye la opinión pública y la publicada. Pero ¿qué tendrá la gomina para los alcaldes? A un antiguo alcalde de León, Mario Amilivia, también se le ocurrió cargar el ayuntamiento un tubo de fijador y pasó a la historia como «el alcalde de la brillantina». El de Zaragoza lo justifica así: «Tengo que estar presentable y decente porque lo exige la ciudadanía». Por esa razón, cuando va a algún acto se ducha, se acicala, se sacude los olores, se peina bien peinado y sale del despacho como un pincel, no como su compañero el de las rastas. Y en cuanto al pago de los productos, Pedro Santisteve ha llegado a la conclusión de que él es la cabeza visible de Zaragoza. Por tanto, su cráneo no es enteramente suyo, sino un bien municipal que el ayuntamiento debe cuidar como cuida los jardines. Pero es la gomina, mecachis. Es otra vez la brillantina. Es, sobre todo, el ser militante de Podemos. Y quizá sea que hemos hecho un país donde resulta más normal cargar al presupuesto mil euros de una cuchipanda que 15 euros de un fijador.