En Bruselas están desesperados. Nadie les coge el teléfono en el Reino de España. ¿Habrán cambiado de número o se habrán pasado a Vodafone? Gila lo bordaría:
-Dígame.
-El ministro Luis de Guindos, por favor.
-No, no, se ha equivocado usted, yo soy el empleado de mantenimiento.
-Venga, Luis, no juegues conmigo, que te reconozco la voz. Soy Claude... Claude Juncker, ¿te acuerdas? El que te echaba las manos al cuello. De broma, claro.
No era el ministro, por supuesto. Como tampoco era Puigdemont el que llamaba a Rajoy y descubría que la agenda presidencial estaba más vacía que la mesa del pobre. De Guindos y sus colegas -¿qué ha sido de mi amigo el locuaz Montoro?- deben andar por algún sitio en busca de empleo. O durmiendo la siesta como su jefe. O arreglándole el porvenir a Ence. O en el Congreso de los Diputados, afanados en prepararle una celada a Pedro Sánchez y chafarle la investidura. En el Gobierno solo quedan los de mantenimiento.
Nadie recoge el correo y se acumulan las facturas. Tampoco nadie abre la carta de Bruselas que advierte de los incumplimientos y alerta de los agujeros, especialmente los socavones del paro y del déficit. La misiva que exige darle otra vuelta de tuerca a la reforma laboral y meter en cintura a las comunidades autónomas, eufemismo que significa propinarle otro tajo a la educación, sanidad y servicios sociales que gestionan. Por no hablar del creciente desequilibrio de la Seguridad Social. Como no hay nadie en casa para recibir el certificado de Tráfico, no tenemos que pagar la multa. Y eso, si dura, es bueno para nuestro bolsillo.
Espero que no me malinterpreten. Esto no es una crítica al Gobierno en funciones, sino un aplauso. Por primera vez, desde que llegó a la Moncloa, el PP está cumpliendo, una a una, sus promesas electorales. Todas las que plasmó en sus presupuestos del Estado para este año y que muchos -el que suscribe entona el mea culpa- calificamos en su día de mero programa electoral, brindis al sol y carta a los Reyes Magos. Pues esas cuentas fantásticas, que nos permiten un desahogo y olvidarnos del «protocolo de déficit excesivo», están en vigor y seguirán proporcionándonos oxígeno en lo que queda de año, salvo que antes se forme Gobierno y a este no le quede más remedio que responder a la llamada de Bruselas.
¿No era eso, lo de la prórroga en los plazos para domesticar el déficit público, lo que proponían Podemos y el PSOE para impulsar la reactivación de la economía española? Pues ya hemos conseguido la flexibilidad demandada, al menos para el 2016, y sin necesidad de arduas y tal vez infructuosas negociaciones a cara de perro. Solo nos falta esperar que funcione el «efecto belga». Ya saben a qué me refiero. Bélgica capeó especialmente bien la crisis precisamente aquel año 2011 en que, a falta de Gobierno, solo disponía de servicio de mantenimiento. Así pues, que nadie coja el teléfono.