Más que sesión de investidura, parece que puede ser el primer mitin para las elecciones de junio.
Lo parece por la actitud del ganador del 20-D, que renunció a la investidura por falta de apoyo y dice ahora que lo intentará si fracasa Sánchez, cuando no hay indicios de que haya habido la más mínima variación en la ausencia de respaldo a su candidatura.
Lo parece por la actitud de quien ha proclamado con más entusiasmo su intención de hacer presidente a Sánchez, aunque a condición de aceptar algunas exigencias incluidas en su detallado programa, que sabía de muy difícil digestión para la cúpula socialista. Por no hablar del Gobierno precocinado con todopoderosa vicepresidencia.
Lo parece por la imposibilidad de que el pacto de intenciones firmado por Ciudadanos y PSOE salga adelante sin el, hoy por hoy, improbable apoyo o abstención de PP y Podemos.
Y lo parece porque los pasos dados hasta ahora por los principales protagonistas de esta historia semejaban más encaminados a ganar posiciones ante unas nuevas elecciones que a lograr un pacto real y estable.
Sea cual sea el desenlace, pocos habrían apostado el 21 de diciembre que el candidato del PSOE que firmó el peor resultado y con fuerte contestación interna, sería hoy el candidato a la investidura, con un acuerdo insuficiente, pero apoyado por la militancia de su partido.
Un superviviente, un presidente en horas bajas y dos líderes emergentes que lo parecían más hace dos meses se miden desde hoy en el Congreso. Unos para recuperar terreno perdido, otros para consolidar lo ganado. El país necesitaría una investidura, pero parece que no pasaremos del mitin.