Una noticia muy preocupante es que España ha incumplido severamente el déficit pactado con la UE para 2015, al alcanzar el -5,16 % del PIB frente al objetivo del -4,2 %. Montoro nos dice que la Administración Central cumplió el objetivo (-2,68 % frente al -2,9) y que el desfase se debe al incumplimiento de las Comunidades Autónomas (-1,66 % frente al objetivo de -0,7) y a la Seguridad Social (-1,26 % en lugar de -0,6). Pero hace menos de tres meses se decía que cumpliríamos nuestros compromisos, después se habló de que quizás nos desviaríamos hasta el -4,5 % y, finalmente este -5,16 % del PIB nos preocupa a todos, aunque sea meritorio haber mejorado el -9,3 % del final de la anterior legislatura. Lo que no puede ser es que hayan fallado todos los mecanismos de control y que estemos iniciando el segundo trimestre con una sobrecarga de 10.000 millones de euros de la desviación de 2015 y tengamos el compromiso de bajar el déficit al -2,8 % del PIB al final de año. Sin duda, la UE tendrá que admitir una renegociación del ritmo de ajuste fiscal, en un contexto de una deuda pública del 100 % del PIB, un desempleo de más del 20 % de la población activa con el incremento de la precarización en los empleos creados y baja contribución a la Seguridad Social, y un inexplicable retraso en el adelgazamiento y la coordinación real de la pirámide de Administraciones Públicas que duplican/triplican sus competencias.
Pero otra noticia importante es que Galicia es medalla de plata entre las Comunidades Autónomas que cumplieron el déficit de 2015 (-0,57 % del PIB), con Canarias (-0,54 %) y el País Vasco (-0,69 % pero con el régimen ventajoso del «cupo»). A la cola, a pesar de exprimir el Fondo de Liquidez, Cataluña (-2,7 %), Extremadura (-2,64 %), Murcia (-2,52 %) y Valencia (-2,51 %). Pero, dentro de lo meritorio del éxito, hay que analizar algunas cuestiones. El déficit es el resultado de comparar los gastos con los ingresos y ponerlo en relación con el PIB. Los ingresos resultan básicamente de las transferencias por las competencias asumidas, los impuestos cedidos y la participación en los impuestos del Estado. Entre esos impuestos tenemos que saludar los cambios en la minoración del impuesto de sucesiones, pero persisten las altas valoraciones de los bienes en las transmisiones intervivos y actos jurídicos documentados, que van acompañadas también con la elevación de las bases del IBI municipal. Entre los gastos, a los de personal y funcionamiento aún les falta un buen tramo para recuperar una parte e del poder adquisitivo de los salarios. En el capítulo de inversiones se mantiene una cierta estabilización de las de la Xunta, aunque continuamos asustados por la magnitud de lo invertido en la Ciudad de la Cultura y, fundamentalmente, tenemos que estar muy preocupados por los dispendios de la Administración Central en terminales aeroportuarias inexplicables, dos puertos exteriores, estaciones de ferrocarril de diseño... En cuanto al PIB que entra en el denominador del cálculo del déficit, tenemos la muy buena noticia de que en Galicia hemos crecido el 3,2 % en 2015, igual que el conjunto de España. Muy meritorio pero estamos en los 55.701 millones de euros en 2015 frente a los 58.584 millones de 2008, es decir, un -4,9 % en esta carrera para lograr estar como estábamos hace ocho años, Aunque estemos creciendo, no es suficiente para que la posición de Galicia en PIB per cápita respecto a la media de la UE se mantenga o mejore, y eso que el denominador población continúa decreciendo. Tenemos que recordar que Galicia llegó al 92 % de la media de la UE allá por el 2008 y ahora estamos en el 83 %. Nos distanciamos. España llegó en 2007 al 105 % y ahora está en el 94 %. La clave del crecimiento está en el sistema productivo, que es una configuración de cadenas de actividades empresariales en las que deben desaparecer los monocultivos que, en algunos casos, son enfermos crónicos. Este proceso, unido con el incremento de la competitividad basado en el conocimiento y la cualificación de la mano de obra, es lo que conduce a una verdadera internacionalización sostenida que fidelice a los inversores gallegos y capte inversiones del exterior, de tal forma que permita crear empleo, atraer a nuestros jóvenes emigrados y personas cualificadas de otros países y, consecuentemente, podamos avanzar en la corrección de una demografía enferma por la baja natalidad y el envejecimiento de la población. Sin personas no hay país.