Galicia, conjuntamente con Canarias y el País Vasco, es la autonomía que mejor controla sus cuentas públicas Suena bien, pero ¿y qué? Nos han metido en un viaje de disciplina presupuestaria que es muy similar al camino que debe realizar un deportista de élite. Acudimos al gimnasio, sufrimos un día tras otro, cuando no nos lesionamos y quedamos para el arrastre y después, ¿qué? ¿Una medalla? ¿Nos miramos al espejo y punto? Y claro, al mirar intentamos no ver el dolor del ajuste, del desempleo, de las esperanzas frustradas, no vaya a ser que en vez de disfrutar con la nueva esbeltez entremos en depresión. Y de hecho, a fecha de hoy, es nuestra única victoria, porque crecer, crecer, lo hemos hecho menos que las autonomías endeudadas. Las cuales, por cierto, se financian a coste cero a través del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). Después dicen que los pobres de España no somos solidarios. Tela. Aunque también es cierto, en honor de la verdad, que estamos en la mitad, y no en el final, de un largo y doloroso largometraje. La película aún no ha terminado y el final todavía no se ha escrito.
En todo caso, hay dos cuestiones que son evidentes, una es que Galicia tiene una ventaja comparativa de la que no dispone Cataluña, Valencia o Murcia y la segunda que tiene una deuda pendiente con los más débiles de nuestra tierra, porque han sido estos y no otros los que llevan tatuados en el cuerpo las cifras de los sucesivos ajustes presupuestarios. Y esa deuda se pagan haciendo que las primeras monedas de los futuros presupuestos reviertan en educación y sanidad, y aunque hemos de debatir, y mucho, en cómo queremos tanto nuestro sistema sanitario como el educativo; lo hemos de hacer bajo un paraguas de incuestionable calidad del servicio público. Primero satisfagamos las necesidades de aquellos que más necesitan al Estado y después debatamos cómo deseamos que se comporte lo público, en este orden, y no al contrario.
Los presupuestos de la Xunta del 2016 han sido los primeros en años que me han robado alguna sonrisa y generado dosis de optimismo. Son totalmente distintos a los anteriores, también el conselleiro es otro, quizás sea eso, algunos dirán que lo relevante ha sido el cambio de ciclo y no la persona. Posiblemente haya un poco de todo. En todo caso, el camino recorrido, el duro, muy duro camino recorrido, de nada valdrá si no definimos una nueva política fiscal que debe estar sujeta a una nueva Galicia, más abierta, más competitiva, global, de individuos maduros, en la que el Estado deje de ser una figura paternal para pasar a ser el compañero del camino.