Seguro que si Mario Draghi cierra los ojos y piensa en sí mismo, se observa como un helicóptero. Porque eso es lo que es, una aeronave de vuelo bajo, que no para de lanzar dinero. La velocidad de sus aspas le permite esparcirlo, dispersarlo. Todo le vale, con tal de que el que lo reciba sea capaz de devolvérselo. Ni siquiera es exigente al preguntar por la solvencia, vale con que alguien autorizado, una agencia de rating, una sola, afirme que el emisor del bono no es un agujero negro financiero. Por ello, se puede afirmar que al BCE le valen prácticamente todos los títulos emitidos en Europa por una Administración pública que tenga una entidad superior a un ayuntamiento. Incluso los bonos griegos le valen, aunque en honor a la verdad hay que decir que no son mucho más seguros que los catalanes, simplemente cuentan con un apoyo de país rescatado que no tiene Cataluña. Y es lógico, se supone, que a una autonomía la rescate su Estado y no Bruselas. Esto es lo que está ocurriendo.
El Fondo de Liquidez Autonómico, que proporciona dinero gratis a la Generalitat, es un rescate en toda regla, pero sin Troika. ¿Que lo niegan? Todo es posible. Lo que no es factible, hoy por hoy, es que la Generalitat provoque la desconexión con España. Ni aun queriendo la sociedad española, podrían. Hay que decirlo con la voz muy alta, en el momento en que la actual Cataluña pasase un segundo de su vida fuera del paraguas financiero de España, quebraría. Tienen nula capacidad para financiarse en los mercados financieros. Apenas existen inversores institucionales que adquieran bonos basura, sea cual sea su rentabilidad. Y no lo hacen por dos motivos, el primero y más evidente, el riesgo de quiebra, y el segundo y menos conocido, porque esos bonos no se pueden utilizar en las operaciones de liquidez. Cuando una entidad acude al Banco Central Europeo a obtener liquidez, debe aportar lo que se denomina un colateral, es decir, dejar siempre en prenda unos títulos de deuda con un valor ligeramente superior a la cantidad que han solicitado. Siempre y cuando, claro está, que esos títulos o activos financieros sean reconocidos por el BCE. Bien, pues esa característica ya no la cubre la deuda pública catalana. Por tanto, no solo pierde el cariño del Banco Central, sino también el de todas las entidades que operan con él, que es tanto como decir que se queda totalmente fuera del sistema bancario europeo.
Desde luego, si Cataluña desea avanzar en una hipotética independencia, lo primero que tiene que hacer es dedicar menos tiempo a pensar cómo provocar al Tribunal Constitucional y más en diseñar planes de ajuste que le den una lógica suficiencia financiera a sus cuentas públicas. Si estuviéramos en Galicia, afirmaría que la hoja de ruta del independentismo ha hecho parada y fonda en la mesa del conselleiro de Facenda.