Tomo prestado de Juan Villoro el título de su libro porque los encendidos debates que escuchamos desde hace más de cien días sobre quién, con quién y cómo se formará Gobierno (escasas voces en el para qué) se parecen mucho a la porfía que concede el fútbol. Quedan minutos de la prórroga para seguir moviendo el balón y generar más disputa, pero la cerrazón de Pedro Sánchez a no facilitar un Gobierno del partido ganador (PP) le acerca a la casilla de salida después de 115 días desde las elecciones y 40 de su derrota en el Congreso, aunque ha ganado algo importante: su reelección como secretario general del PSOE y candidato a nuevos comicios.
Si en los estertores de este partido Sánchez porfía aún en presidir un ejecutivo sostenido por Podemos (y sus confluencias), IU y CC, sabe que tiene que sumar al PNV (6 escaños) para alcanzar 168 votos afirmativos, frente a los 163 de PP y C's. Naturalmente, siempre que los independentistas ERC (9), DiL (8) y Bildu (2) no se añadan al aquelarre. Si el PNV también se abstiene, Sánchez perdería en segunda votación por un voto: 162 frente a 163. Quizás Iglesias esté dispuesto a tragar con todo en el último suspiro con tal de ocupar poder, porque sabe que se suicida si va a nuevas votaciones con el franquiciador dividido entre él y Errejón, las encuestas a la baja y el crowdfunding desconectado de una gente hastiada y poco motivada para financiarle otra campaña electoral, pero no parece probable que el partido de Sabino Arana despeje la vía a Podemos con su voto afirmativo, sabiendo lo que se juega en las urnas vascas.
Si Sánchez da por terminado el trile, asume el gatillazo y se convence de que lo mejor es aceptar la oferta de Rajoy, conseguirá tiempo hasta otras elecciones para fortalecerse como copromotor de las reformas del nuevo Ejecutivo y ser, a la vez, su principal oposición. Si, por el contrario, fuerza nuevos comicios, el resultado más probable es que el PP recupere un millón de votantes que el 20D le dejó por despecho y ahora están arrepentidos viendo lo que ven, y que le favorezca la abstención prevista. Con este mejor resultado, un PSOE con menos diputados, Ciudadanos con más y Podemos con menos, Rajoy gobernaría con Rivera y la aquiescencia de un Sánchez más debilitado, que no podría imponer el peso de ahora en el programa y calendario de cambios que pactarían los dos primeros.
Si el arrogante aboca a este segundo itinerario después de la nueva ronda de consultas del rey de los días 25 y 26, estaríamos casi un año con la jefatura del Estado de guardia y suspendiendo viajes oficiales; el Gobierno y el Parlamento en funciones; los independentistas en el monte y marcando la política nacional; la economía, con diarrea y disminuyendo la recaudación tributaria; en las instituciones internacionales, con interrogantes; en la UE, sin plena interlocución y función decisoria, y con una ciudadanía enojada. Novedoso e inédito, pero plausible y aleccionador para el futuro.
Menos mal que Rajoy hizo el primer movimiento en el tablero aprobando los presupuestos generales del Estado del 2016. «Ha sido un acierto y ha evitado la parálisis», ha subrayado el presidente de la CEOE, Juan Rosell, quien ha añadido que «otras elecciones no son un drama para la economía» (ejemplo: resultados de marzo y halago del Financial Times del 4 de marzo) y que «no se deben encender alarmas innecesarias». Sánchez tiene la palabra.