Por abrumadora mayoría las bases de los sans-culottes (Podemos) le han dibujado a Pablo Iglesias su política de pactos: sí con el Partido Socialista, Izquierda Unida-Unidad Popular y Compromís. Y se lo han dicho el 91,79 por ciento de las 150.000 personas (casi el 40 por ciento del total del censo con derecho a voto) que han participado en la consulta electrónica. El 88,23 por ciento ha sancionado que con Ciudadanos, ni café.
Ya lo sabe Pedro Sánchez: si quiere presidir un Gobierno tiene que ser «a la valenciana», con Podemos dentro y mandando, y sin contaminación burguesa de aliño indumentario. En caso contrario tiene la opción de Rajoy o abrir la puerta a nuevas elecciones el 26 de junio.
Nuestros modernos sans-culottes en A Coruña, Madrid, Cádiz, Valencia, Zaragoza, Barcelona y varios lugares más, ven en la corbata y en los trajes de chaqueta lo que los partisanos de izquierda de la Revolución francesa vieron en los culottes: la prenda de los opresores. Por eso las desprecian, aunque en su contradicción con la igualdad que pregonan y la mesocracia que combaten, en la capital del Turia han completado la imagen del monigote en los semáforos con otra femenina que viste falda. Incoherencia.
Nuestros modernos sans-culottes acuden a los actos a los que les obliga el cargo despreciando el avío, la norma y la educación, y vistiendo y calzando lo que consideran propio de los menesterosos que dicen ser: camisa remangada, calzones arrugados y playeras. Y embozados en la chupa cuando hace frío.
A diferencia de los de 1789, estos falsos desarrapados no son trabajadores urbanos independientes, ni pequeños comerciantes, artesanos o tenderos, son un grupo heterogéneo de funcionarios decentemente pagados e hijos de la clase media acomodada, que también urbanos se consideran integrantes del Tercer Estado: el de los no privilegiados.
Pablo Iglesias Turrión y sus podemitas en Marea, En Comú Podem y Compromís están orgullosos de su vestuario y la modernidad les lleva a sustituir por pantalones chinos los de paño a rayas de sus correligionarios de antaño, y la carmañola por la más actual camisa que vende la francesa Carrefour. Les falta el gorro frigio y la pica, pero algo sustituirá al símbolo de la libertad y del pueblo en armas. El tuteo igualitario es su forma de hablar, aunque, a diferencia de aquellos tiempos en los que se guillotinaron cabezas, en España se ha impuesto el tú y ha pasado a mejor vida el vos o el señor y señora, que ya no son patrimonio de la clase social que atacan y desprecian.
Como en las jornadas del Pradial, los actos de estos falsos sans-culotte son cada vez más provocativos y causan crecientes protestas. La palma se la lleva Ada Colau, cuyo furor republicano se acrecienta por días, retirando símbolos monárquicos y cambiando nombres de calles y plazas barcelonesas a ritmo desenfrenado de revisión revanchista. Si persisten en estos quehaceres es posible que desaparezcan como gobernantes en las próximas elecciones municipales y autonómicas, y que pierdan fuerza política en las posibles generales de junio. Quizás de esta forma la clase media podrá seguir su tarea reformadora sin el incordio de los desaliñados.