Elecciones: se paró el balón, todos a la banda

OPINIÓN

29 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Decíamos el 14 de abril que quedaban minutos para seguir moviendo el balón y generar más disputa, antes de que se agotase el tiempo y tuvieran que celebrarse nuevos comicios el 26 de junio. Una de las razones para que el esférico siguiese en juego es que Podemos podía ofrecer en cualquier momento de la prórroga una fórmula que le facilitara alcanzar poder y no ir a las urnas con las franquicia dividida (Iglesias-Errejón), las encuestas a la baja y el crowdfunding desconectado de una gente hastiada y poco motivada para financiarle otra campaña electoral. Y la oferta de Compromís, dibujando en la idílica acuarela que ilustra el papelito del Gobierno de coalición a la valenciana pregonado por Iglesias, insufló adrenalina al partido porque fue aceptado al vuelo por Sánchez, con el rechazo de Ciudadanos. El trato respetaba la decisión de las bases de Podemos y saciaba las ansias de Sánchez, pero no cerraba el desenlace porque ni sumaba más apoyos ni admitía enmiendas.

Durante unas horas tocó documentarse en ejecutivos a la valenciana. Por lo conocido hasta ahora, un gabinete a la valenciana es el que incorpora a los independentistas pancatalanistas, que son aquellos que no reconocen la nación española y sí los países catalanes, una realidad mayor, para ellos, que la que define el título preliminar de nuestra Constitución.

Además de añadir a todos los semáforos del Estado (la palabra España caerá en desuso y hay que ir entrenándose) la imagen de una mujer que viste falda, en prueba de su lucha en pro de la igualdad de género, hubiéramos visto también cómo se sustituían los símbolos de la nación por otros más acordes a ese acuerdo, y de lo que nos ofreció un surtido amplio el alcalde Joan Ribó en las interminables fallas y en las sucesivas ocasiones en la que su compañera en Compromís Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat valenciana, manifiesta su odio a lo español, su perorata por el derecho a decidir y su admiración por Otegi.

El Gobierno bautizado «progresista» que hubiera presidido el secretario general del PSOE durante, al menos, dos años, nacería con pasmo, porque su programa se componía de 30 medidas tramposas y cinco apartados anfibológicos: rescatar a las personas, regeneración democrática y lucha contra la corrupción, gobernar para las personas, nuevo modelo productivo y reformas institucionales y territoriales. Además despertaba morbo porque su implantación corría a cargo de un partido que gobierna Andalucía ininterrumpidamente desde antes de que fuera autonomía (1982), y que ha conseguido, gracias también a los cientos de miles de millones de fondos de cohesión europeos y nacionales (¿adónde han ido?), que sea la comunidad con más paro, menos renta per cápita (penúltima), más fracaso escolar, más carga impositiva, peor asistencia sanitaria, más voto subsidiado y más corrupción institucional.

Felizmente roto el fantasma que recorrió España por unas horas, nos ha quedado una lección de realidad: que aún no tenemos una democracia madura y que es mejor volver a las urnas que experimentar un gobierno a la valenciana con tufo frentepopulista. ¡Ni con la deliciosa horchata se pasaría el trago!