El clima y la boina

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

30 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando hace unos meses empezó a llover, uno de mis vecinos me dijo: «Ya te avisé que íbamos a pagar el otoño tan bueno que tuvimos». Bajo esa especie de determinismo climático, subyace la idea de que da igual que en una estación llueva o no porque al final del año siempre caerá la misma cantidad de agua, mucha. La cuestión no es totalmente cierta, ya que existe un cierto grado de variabilidad climática, pero mi vecino lo tenía claro.

Pues bien, mi impresión, sea cierta o no, es que el castigo de este año ha sido excepcional y que no ha parado de llover. No me baso en datos objetivos que no he consultado, tampoco en que se hayan inundado calles o lugares conocidos como «a braña» o «a lagoa», eso estaba cantado; mi percepción se basa únicamente en que los gallegos cada vez hablamos más del tiempo y, aunque puedo estar equivocado, cada vez soportamos peor la lluvia.

La pregunta obvia es: ¿Cómo es posible que un pueblo como el nuestro no esté adaptado a vivir bajo la lluvia? y la respuesta, no tan evidente, la he encontrado después de una profunda investigación. La baja tolerancia que los gallegos empezamos a mostrar a las altas precipitaciones tiene que ver con el progresivo abandono del uso de la boina en los últimos años y, como sé que esto les va a sorprender, trataré de explicarlo.

Durante muchos siglos los gallegos, de implantación básicamente rural, estuvimos adaptados al clima, vestíamos de manera estoica y utilizábamos boina, que protegía nuestras cabezas y su contenido. La revolución agraria que sustituyó el trabajo manual por la maquinaria agrícola popularizó el abandono progresivo de la boina y su sustitución por la gorra promocional de plástico que por aquellas fechas empezaron a regalar cooperativas y productoras de abonos y maquinaria agrícola a los campesinos.

Así, a pesar de que desde la Edad Media la boina cubrió nuestras cabezas, el abandono se produjo de manera repentina, por lo que esa evolución convergente entre boina y cabeza se rompió con brusquedad. La adaptación a las nuevas gorras requerirá tiempo y hasta ese momento seguiremos percibiendo que llueve más que antes y que vivimos en un clima hostil.

Fíjense la próxima vez que salgan a la calle y verán con claridad que un hombre con boina soporta mucho mejor la lluvia que otro con una gorra de Piensos Facundo o Chorizos Purita, además de la notable diferencia estética entre ambas. Tampoco los nuevos gorros, que parecen diseñados para ir a cazar urogallos, resuelven bien la cuestión. Solo una boina en condiciones puede hacernos regresar a una percepción del clima acorde con la realidad.

Ignoro si los trabajadores de Meteogalicia tienen boina, aunque debería ser considerada ropa de trabajo, pero yo solo veo dos soluciones: o que pronostiquen que va a llover menos, cosa altamente improbable, o que la consellería correspondiente deje de vivir de gorra y nos regale a todos una boina.