Que lo organicen otros

OPINIÓN

05 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde tiempo inmemorial organizar un campeonato deportivo internacional o un encuentro político o económico ha sido motivo de orgullo para el país promotor y de fiesta para sus ciudadanos, además de reportar pingües beneficios tangibles e intangibles.

Hoy supone un quebradero de cabeza para sus autoridades y hasta un coste económico inasumible. Lo vemos estos días en Francia, durante la celebración del campeonato europeo de fútbol de selecciones, y lo veremos en Brasil en agosto, con la olimpiada que tan alegre e irresponsablemente le adjudicó el Comité Olímpico Internacional, en detrimento de España y a pesar de que tenían ya concedido para dos años antes el Mundial de fútbol (2014), celebrado en instalaciones sin terminar e infraestructuras de transporte sin iniciar, pero para mayor gloria de Luiz Inácio Lula da Silva.

Francia afronta un desafío enorme a su seguridad, acosada por sucesivas y violentas huelgas sindicales, un recrudecimiento del terrorismo islamista y el vandalismo de grupos ultras de seguidores de diversas selecciones nacionales que asisten para dar rienda suelta a sus instintos más primarios, sin importarles la competición ni disfrutar de los monumentos, museos o gastronomía del país que les acoge. Simplemente para emborracharse gregariamente y liarse a palos con la policía o cualquier transeúnte que se cruce en su razzia.

El propósito de Francia de realizar una Eurocopa como escaparate desde el que lograr otra Olimpiada se ha desinflado entre sus ciudadanos y autoridades, cansados de tanta reyerta, tanto caos y tantos destrozos en escaparates, mobiliario urbano y vehículos. Ante estos hechos muchos declaran abiertamente que prefieren que la organicen otros.

Cien mil miembros del Ejército y de los distintos cuerpos policiales, cada día más agotados por el continuo trabajo, se han tenido que emplear a fondo ante la violencia generalizada, mientras los habitantes han encontrado en los medios de comunicación más información de la furia desatada que del acontecimiento deportivo en cuestión.

La serie de estas perturbaciones en reuniones internacionales se inició con salvajes bien organizados que se citaban en la ciudad que acogía una reunión del Fondo Monetario Internacional, del Foro Mundial, de la Organización Mundial de Comercio o de los llamados Grupos del G3-4-5-6-7-8-9 y 10. Ahora pocas capitales rivalizan para organizar estos eventos, escarmentadas en cabeza propia o ajena por tantas molestias y barbarie.

Puede ocurrir lo mismo con las Olimpiadas de verano y de invierno, con campeonatos de Europa o del mundo de cualquier modalidad deportiva de masas, o con reuniones del Club Rotary, del Lions o del Bilderberg. Ningún país serio querrá movilizar recursos económicos del contribuyente para que la fiesta se torne en pesadilla y cuando no en tragedia. Y hasta es posible que desaparezcan las colas y los maletines para corromper a los gerifaltes que conceden estos acontecimientos y que solo opten a ellos los Gobiernos autoritarios, para quienes las libertades son facultades secundarias. Próxima cita: Río de Janeiro. Entre el zika y las manifestaciones tendremos vagas noticias de que también se celebran unos juegos olímpicos.