Coincidí con Ramón Espinar hace unos meses grabando un debate de TVE en un estudio situado en las afueras de Madrid. Confirmé entonces la impresión que el joven dirigente de Podemos me había dado todas y cada una de las veces que lo había visto de tertuliano en televisión: la de una persona engreída, segura, sin asomo de duda, de ser moralmente superior a quienes le rodean y de militar en un partido moralmente superior a todos los demás.
Tan llamativa percepción de uno mismo, ya de por sí insufrible y alarmante, resulta decididamente grotesca cuando no resiste el más mínimo contraste con los hechos. Y es que ahora sabemos que Espinar, portavoz en el Senado de Podemos, obtuvo un préstamo de un modo sorprendente (siendo un estudiante sin apenas ingresos) para comprar una vivienda de protección pública que le fue adjudicada en una cooperativa de CC. OO. en un municipio en el que no estaba empadronado, vivienda que vendió poco después a un precio que le permitió obtener una plusvalía de 30.000 euros tras intentar obtener una ganancia superior. Un asunto tan turbio que el propio Espinar trata de engañar a la opinión pública reduciendo la cuantía del negocio con el recurso infantil de rebajar la cifra de sus beneficios a los 19.000 euros obtenidos después haber liquidado los impuestos.
En un país donde los escándalos de corrupción se miden por millones, el asunto Espinar sería trivial -una gota de agua en un océano- de no ser por el hecho de que su protagonista se había convertido en azote de especuladores urbanísticos y paladín de la defensa de la vivienda como bien público no sujeto a los mercados. Para decirlo claro y pronto: Espinar, que tiene sin duda un altísimo concepto de sí mismo, viene a ser como el médico denunciante de la comida basura a quien se pilla poniéndose morado de perritos calientes y hamburguesas.
En realidad, ese es no solo el problema de Espinar, sino también el de Podemos, varios de cuyos principales dirigentes (Monedero, Errejón, Echenique o Tania Sánchez), todos radicales acusadores de la casta, se han visto mezclados en escándalos relacionados directamente con la pasta: fraudes a Hacienda, becas que se cobran por la cara, trabajadores a los que se paga en negro y sin seguro o contrataciones a favor de familiares.
Desde Podemos no se muestran, sin embargo, en absoluto preocupados. Todo lo contrario: cada vez que surge un escándalo en sus filas la culpa es de la prensa (da pavor pensar en lo que, si pudiera, haría con ella Pablo Iglesias), de los poderes fácticos, de la oligarquía (¡ese Ibex 35 que sirve para todo!), del sistema y de la casta. Porque Podemos es la encarnación misma de la honradez, del pueblo y de la gente. Por eso Espinar es una pobre víctima de los poderosos y no un pájaro que compró una vivienda de protección pública para especular con ella. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.