Solo en un país como España es factible una persecución como la que está sufriendo el compañero Ramón Espinar. Es la máquina del fango, como muy bien hemos escrito, la que se encarga de transmitir una noticia manipulada y dolorosa para los demócratas. Parece que ya no se acuerdan de toda la podredumbre que habita en las covachas del PP, o del PSOE, que ha visto cómo un atrevido fiscal pide seis años de cárcel para uno de sus líderes. La diferencia entre el precio de compra y el precio de venta que el compañero Espinar ha evidenciado en su piso de protección oficial es una minucia en comparación con la inmundicia que habita los predios de la casta. La casta que quiere acabar con el aire fresco que representan Podemos y sus mareas para Galicia, España y la humanidad en general.
Al compañero Ramón lo persiguen porque él fue valiente y denunció la especulación con las viviendas sociales, algo muy común entre los militantes de la casta. Él nunca lo haría. Pero ¿iba a ceder el piso al mismo precio? Somos de Podemos, pero no somos tontos. Cuando lo compró sabía que no podría pagarlo. Cuando lo vendió, también. Tania Sánchez lo había hecho con anterioridad en Rivas, ayuntamiento de IU en el que su padre y ella fueron concejales. También Héctor Sánchez, hermano de Tania, obtuvo otro piso y algún contrato le otorgó Rivas, en concreto 29, por un montante de 1.318.935 euros, pero no se cuestiona entre los compañeros y compañeras. Ella, votando a favor de alguno de esos contratos, ha demostrado su altura política. Por eso está en el Parlamento, como Irene Montero, que la sustituyó en el corazón de Pablo. Quieren hundir a Podemos porque saben que no los pueden domesticar. Antes lo intentaron con el compañero Monedero y unos cuatrocientos mil euros venezolanos. O con Íñigo y su beca universitaria. O con el compañero Echenique y su empleado sin contrato («Todos hemos tenido 20 años», ha dicho el sábado). Pero es mejor desviar la atención.
A Ramón Espinar lo persiguen porque no tenía futuro pero sí un piso a los 21. Hoy es senador, y cobra como los otros senadores, pero ya no quiere acabar con el Senado como antaño. Allí su voz se alza a favor de la gente, incluso aquella gente que ya ha cumplido 45 años y no vota a Podemos. El compañero Ramón es perseguido por su coherencia y honestidad, por su piso de Alcobendas, una ciudad que nada tenía que ver con él pero donde se levantaron edificaciones promovidas por un sindicato afín a su padre. Su padre, otro vilipendiado por la casta. Usaba la tarjeta black de Bankia pero solo 178.400 euros. Le pide el fiscal cuatro años de cárcel. Dos menos que al dirigente del PSOE andaluz. Pero «la máquina del fango» no se fija en ello. Son la casta. Con asistentes personales, como el compañero Luis Villares de En Marea, pero diferentes.
Solo en España es factible una persecución como esta. Salvemos a Ramón. Sí se puede.