La crisis de la socialdemocracia aparece ya en los manuales. La socialdemocracia tiene dos siglos, pero la asociamos a sistemas de gobierno de los países nórdicos en los setenta, exportados a los países europeos del sur en los ochenta y agotados en los últimos años. Percibimos la socialdemocracia como un tiempo concedido por el capitalismo, si acaso medio siglo. Un tiempo prestado, mientras existió la URSS, pues «lo que la Unión Soviética nos dio, la China nos lo quitó» (Gabriel Magalhães); aunque también lo que la Unión Soviética unió, Alemania lo separó. Los países europeos del sur pasaron a ser países endeudados, intervenidos, dependientes, auténticos protectorados de Alemania, donde había nacido la socialdemocracia. Como ya no se trataba de avanzar hacia una unión política, sino de rentabilizar un modelo centro-periferia, no hacía falta contar con los desfasados socialdemócratas, bastaba colocar en puestos políticos relevantes a ejecutivos de Goldman Sachs.
La crisis de la socialdemocracia es de anteayer, pero la política de hoy ha puesto límite a la redistribución de la riqueza. El Estado, mal alimentado, va camino de la anorexia, mientras el liberalismo fagocita la socialdemocracia. Los jóvenes estudian como un hecho histórico el Estado del bienestar, garantizado por la socialdemocracia, mientras dan por amortizados los logros del mismo. Sus padres, que se creyeron clase media-alta durante un tiempo, cuando la socialdemocracia garantizaba una segunda residencia y dos coches por familia, comienzan a considerarse clase media-baja, a causa de una crisis de la cual son responsables porque han vivido por encima de sus posibilidades, según dicen los gurús liberales, que son los que saben de esto.
La socialdemocracia no solo había conseguido repartir los beneficios del crecimiento, sino que había transformado el crecimiento en desarrollo, que no es lo mismo. Sin embargo, no ha resistido una crisis para la cual tiene soluciones teóricas que no consigue llevar a la práctica, mientras los buitres del capitalismo salvaje sobrevuelan los restos del Estado de bienestar. Se ha llegado a un punto en que los márgenes de maniobra de los gobernantes del sur son tan estrechos que cualquier propuesta socialdemócrata es tildada de radical o revolucionaria. El profesor de Historia explica la contraposición entre socialdemocracia y capitalismo, o incluso habla de un capitalismo socialmente responsable, pero sus estudiantes buscan en la red otras contraposiciones, como capitalismo versus democracia o nacionalismo versus globalización. Ya son diferentes la sociedad, la democracia y la socialdemocracia.