Son pareja, pero las circunstancias les obligan a vivir separados de lunes a viernes. Los domingos a media tarde parten los dos, en tren, desde A Coruña a sus destinos: él a Ferrol y ella a Ourense. Él recorre apenas 70 kilómetros y ella algo más de 170. Pero tardan prácticamente lo mismo en llegar a casa: en torno a una hora y media. Razonable en el caso de la chica; un disparate para el que viaja a Ferrol.
A finales del 2019, si se ejecuta todo el gasto comprometido en los Presupuestos, las principales ciudades de Galicia estarán a menos de cuatro horas de Madrid ¿Todas? No, Ferrol que hace ya años quedó de facto apartada del plan del eje atlántico de la alta velocidad, ni siquiera tendrá un tren de cercanías con tiempos razonables para conectarse con A Coruña. Las dos ciudades, en torno a las que viven más de medio millón de personas y que conforman el principal fuelle económico de Galicia, siguen separadas por una línea de ferrocarril de principios del siglo pasado.
El distanciamiento de las dos urbes del norte (11 millas por mar, apenas cincuenta kilómetros por tierra) es un viejo problema que no parece tener solución a corto plazo. Los Presupuestos del Estado para este año incluyen dos partidas que suman poco más de medio millón de euros para la modernización de la línea entre A Coruña y Ferrol y resolver el anacrónico nudo de Betanzos. Esa cantidad equivale casi a lo que, hace más de una década, se gastó en el estudio de trazado de alta velocidad entre las dos ciudades y que, con el pretexto de que había muchas alegaciones, se guardó para siempre en un cajón. La paradoja de la joven pareja coruñesa es, en realidad, una condena para una cuarta parte de los gallegos.