Tormenta en la Casa Blanca

Manel Loureiro
Manel Loureiro PRODIGIOS COTIDIANOS

OPINIÓN

29 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Vaya por delante que el peligro de escribir algo sobre Donald Trump -cualquier cosa- es que corre el riesgo de quedarse anticuado en cuestión de horas por la propia naturaleza explosiva e imprevisible del personaje. Y el problema se agrava si, como es mi caso, el artículo se escribe con varios días de antelación a que ustedes lo lean. Así que no me sorprendería que en estos momentos el máximo mandatario de la mayor superpotencia mundial haya protagonizado algo que supere lo que les voy a contar. 

A estas alturas Trump ya habrá vuelto a su país después de su primer viaje al extranjero como presidente de los Estados Unidos. Esta primera gira internacional, del presidente Trump, amigo de la grandilocuencia, no podía ser a México o Canadá, los dos vecinos y destinos tradicionales de los presidentes debutantes. Ni hablar.

Qué va: Donald tiene que hacerlo todo a lo grande, así que se ha ido de gira por Europa y Oriente Medio, el mayor avispero diplomático del mundo, en un ejercicio arriesgado para un hombre que no destaca por su finura de modales ni su conocimiento de la geopolítica mundial. A lo largo de este periplo le hemos visto bailar, sable al hombro, con príncipes saudíes, dar cabezazos contra el muro de las Lamentaciones con un kipá judío en la coronilla y visitar en el Vaticano a un papa Francisco que no podía disimular que preferiría estar en el dentista antes que recibiendo a Trump.

Pero aparte del resultado más o menos catastrófico de esta gira (la diplomacia se mueve en ondas lentas y todavía está por ver cuáles son los lodos que traen estas aguas), lo más llamativo de la gira ha sido la evidente hostilidad de Melania Trump, la primera dama, hacia su marido.

Como si esto fuese un capítulo de House of Cards, a lo largo de los días hemos visto cómo la mujer de Trump apartaba en público su mano de la de su esposo, permanecía a su lado en actos protocolarios visiblemente molesta con él o incluso le daba un manotazo nada disimulado para evitar que Trump la tocase. Sea lo que sea, crece el rumor de que Melania Trump no se siente nada cómoda con su marido ni con en el papel de primera dama. Al asedio exterior que tiene que soportar el presidente por el affaire ruso y sus meteduras de pata se suma ahora el doméstico.

Esto, que en otra presidencia no pasaría de anecdótico (el matrimonio de Kennedy hacía aguas, como el de los Clinton, y no afectó a sus desempeños en el cargo), en el caso de Trump presenta una dimensión preocupante. Con un carácter tan mercúrico como el del actual presidente norteamericano, que se mueve por impulsos emocionales, como en el caso del bombardeo a Siria, o por arrebatos de ira, como hace en política interna o a golpe de tuit, un descalabro emocional en su dormitorio puede tener efectos imprevisibles en el mundo.

Así que, por el bien del mundo, esperemos que a Melania se le pase el cabreo, sea por lo que sea, o me temo que vamos a ver cosas aún más increíbles. El tiempo lo dirá.