A Juan sin Tierra

Pedro Armas
Pedro Armas LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

09 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Juan Goytisolo odiaba a España, porque la amaba: «Adiós, madrastra inmunda, país de siervos y señores». No era un súbdito cómodo, porque no era un súbdito. No era un patriota, ni un apátrida. Era un español errante, un nómada, «moralmente gitano», que vivía en la frontera, peleando para que no hubiese fronteras. Barcelona, Almería, París, La Habana, Boston, Nueva York, Sarajevo, Argel, Estambul, Tánger, Marraquech… Conocer el centro para comprender la periferia; vivir en la periferia para entender el centro. 

Se pasó la vida buscando el propio sur, donde recuperar sus propias señas de identidad y donde borrar las señas de identidad que trataban de imponerle. Como buen ateo, después de su muerte, seguirá haciéndolo. Ya decía Francisco Ayala: «La patria del escritor es su lengua». El español, como lengua, debe mucho a Señas de identidad. El español, como ciudadano, aún no se ha enterado de que debe mucho a Juan Goytisolo.

Juan Goytisolo despreció a la España conservadora, como la España conservadora despreció a Juan Goytisolo. Rebobinemos una imagen de la reciente memoria televisiva. Cuando se le concedió, por fin, el Premio Cervantes en el 2014, Juan Goytisolo salía del paraninfo de la Universidad de Alcalá, vestido con traje de calle, acompañado del rey y la reina. Detrás, como sombras de esa España rancia, salían charlando amigablemente Ignacio González e Ignacio Wert. El tímido Goytisolo, «que no quería ser un personaje, sino una persona», salía rodeado de personajes y personajillos. No era él muy de premios («Si me dan un premio, dudo de mí mismo»). Sin embargo, el Cervantes era más que un premio, era la asunción de un grave error, una deuda del país no con un salvador de la patria, sino con un salvador del patrimonio idiomático. Un reconocimiento a quien solo reconocía la «nacionalidad cervantina».

Su vida, como su obra, fue un collage: heterodoxo, heterogéneo, heterosexual, homogéneo, homosexual… No homologable, porque era único. A Juan sin Tierra parece contradictorio decirle: «Que la tierra te sea leve».