Déjense de zarandajas

Pedro Armas
Pedro Armas TRIBUNA

OPINIÓN

12 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En tiempos de globalización, el capitalismo transforma el modelo centro-periferia. Desde la periferia de la periferia, adaptándose como nadie a las circunstancias, un gallego de adopción, Amancio Ortega, ha montado un imperio empresarial de escala universal. Que se haya convertido en uno de los hombres más ricos del mundo parece molestar a algunos: a los que no tienen dinero y no soportan a los que lo tienen, a los que no son empresarios y no soportan a los empresarios o a los desclasados que no saben en qué consiste la lucha de clases. Que la Fundación Amancio Ortega haga donaciones en los ámbitos sanitario y educativo parece molestar a esos que se consideran guardianes de una supuesta esencia ideológica y muestran su desacuerdo con lo que califican como obras de beneficencia, acciones de filantropía barata, campañas de imagen o cortinas de humo para la evasión fiscal. Son zarandajas sobre Zara. Según la RAE, las zarandajas son cosas menores, de importancia muy secundaria.

Decir que el capitalismo es cosa del capital no deja de ser una perogrullada, tan obvia como que la crisis actual es una crisis del capital, no del sistema de producción. Cuando éramos críticos con el modelo centro-periferia, culpando al neocolonialismo, al imperialismo y a las multinacionales, todavía la producción primaba sobre la especulación, pero desde hace un par de décadas sucede al revés. Las multinacionales siguen siendo piezas básicas de un sistema productivo en el que se impone la empresa fragmentada y deslocalizada. Los capitalistas de hoy no son empresarios que abren y cierran la puerta de sus empresas cada día, que charlan y comen con los trabajadores o crean trabajo en el sector industrial. Amancio es una excepción. Los capitalistas de hoy son los jefes de bancos, sociedades de capital riesgo y similares. Ellos marcan las políticas de austeridad para los demás, los que compran medios de comunicación para manipular la información a los demás, los que elevan a su antojo los precios de productos básicos para los demás y los que deciden a qué países conviene estrangular financieramente. Estos capitalistas saben que tienen ganado el paraíso… fiscal. Los paraísos fiscales, que para los demás son excéntricos, para ellos están en el centro del sistema. El sistema de producción es cada vez más centrífugo, pero la acumulación del capital es cada vez más centrípeta. De enero a enero, el dinero es del banquero. El exceso de dinero no es malo, depende de quién lo tenga. Cierto que, como dice Bernard Shaw: «El dinero no es nada, pero mucho dinero ya es otra cosa». Ortega tiene mucho dinero, ha ganado mucho dinero, ha generado mucho dinero. No ha pedido subvenciones públicas y hace donaciones a instituciones públicas. Nadie ha invertido, y continúa invirtiendo, en su tierra como Amancio Ortega. Él arriesga, puede ganar o perder dinero, pero no está para perder el tiempo. Déjense de zarandajas sobre Zara. Los que no tenemos dinero asumimos que el dinero no lo es todo o que el dinero no solo no da la felicidad, sino que ni siquiera mejora el colesterol o los triglicéridos. Pero a ver si va a resultar que el dinero no da la felicidad y rescatar a los bancos sí.