Hasta ahora, el turismo se percibía mayoritariamente como una actividad positiva que para algunos países o destinos era el principal motor de cambio, y para otros una manera de hacer crecer el PIB y mejorar la balanza de pagos, lo cual en épocas de crisis lo convirtió en un factor estratégico. Eso pasó estos años en España, Ahora, una serie de circunstancias externas (la inseguridad de otros destinos competidores) y las nuevas manera de viajar (apartamentos turísticos, vuelos low cost, gestión on line, etcétera) han provocado un incremento del número de visitantes, que empieza a ser excesivo. Esta situación, aparentemente positiva, acentuó una serie de efectos no deseables, ya iniciados anteriormente, que condujeron a un punto de sobrecarga ambiental, urbanística, y ahora social. El turismo se percibe ya como un riesgo múltiple.
En unos casos por ofertas inadecuadas, casos de Magaluf, Salou, El Arenal y, en parte, Ibiza. En otros, la urbanización masiva, la destrucción del litoral y de los recursos naturales, con una especulación que se convirtió en burbuja y en fuente de corrupción, como es el caso de la costa levantina. Más reciente es el problema que los apartamentos turísticos generalizados están planteando en los centros históricos o no tan históricos, como ocurre en el caso de Barcelona, una ciudad saturada. Se añade el problema de los puertos, donde se concentra gran número de grandes cruceros, que, siendo el sector con mayor crecimiento del mercado turístico, pasó de ser una actividad de élite a sumarse a la masificación. En menor medida empiezan a preocupar determinadas ofertas de turismo joven, como ocurre en San Sebastián o Gijón. El caso es que, por unas u otras circunstancias, lo que hasta ahora se veía siempre en positivo, empieza a cuestionarse, porque el efecto rechazo y los problemas surgidos, hacen que el turismo masificado se encuentre en entredicho. Podemos decir que estamos ante un punto de inflexión que marca una curva descendente en el desarrollo sostenible.
En Galicia estamos relativamente bien, aunque no faltan situaciones que requieren correcciones a tiempo, como la masificación constructiva en alguno sectores de las Rías Baixas, la masificación y los conflictos surgidos en el Camino francés, la tematización del centro histórico de Santiago, y algunas amenazas en ciernes. Tenemos que estar atentos, y abandonar la política del número para apostar por la calidad y la sostenibilidad. Nosotros aún podemos lograrlo, y ese será nuestro mayor éxito, aunque en algún caso la cifra de visitantes deje de crecer como hasta ahora. El riesgo existe, nos toca a nosotros anticiparnos y gestionarlo a tiempo.