Publican la encuesta de población activa (EPA) y los vendedores de humo sacan pecho: ¡Salimos de la depresión! Volvamos a comer jamón ibérico. El jamón ibérico es bueno para el paladar, también para el corazón; además, contiene tanto triptófano que sintetiza la serotonina, reduce el insomnio, aminora la ansiedad, calma los nervios, rebaja el estrés y relaja la mente. Contra la depresión: jamón ibérico.
Los progres tienen tendencia a vincular la sensación de bienestar con el Estado de bienestar. Los carcas tienen tendencia a vincular el jamón y la recomendación, tanto en época de crisis como de bonanza. Expertos en untar, untan con manteca y aceite esos jamones, largos, finos y con pezuñas oscuras, para conservarlos durante años en secaderos naturales, donde adquieren especial color, aroma y sabor, en espera del momento oportuno para la prebenda o la prevaricación.
Aunque el jamón es un antidepresivo natural, y un ibérico bien curado lo cura todo, la salida de la depresión no es igual para ricos que para pobres. En España, durante la crisis, las ventas de jamón serrano han caído un 20 % y las existencias de jamón ibérico de algunas comarcas con denominación de origen han caído un 50 %.
Los jamones han disminuido y los pobres han aumentado. Hay casi tres millones de personas en circunstancia de pobreza severa, que no pueden permitirse comer carne o pescado una vez cada tres días, porque en su familia nadie percibe ingresos. A ellos hay que añadir diez millones que tienen dificultades para llegar a fin de mes, porque tienen ingresos por debajo del umbral de la pobreza. A ambos hay que añadir seis millones en situaciones carenciales, porque no pueden hacer frente a gastos imprevistos o darse pequeños caprichos.
Por otra parte, la renta familiar media ha bajado unos 4.000 euros anuales. En definitiva, y cuesta reconocerlo, casi veinte millones de españoles son pobres. Unos no pueden permitirse comer carne una vez cada tres días y otros no pueden permitirse comer jamón ibérico una vez cada tres meses. La pobreza y la precariedad se han instalado en la sociedad española, que es una sociedad de consumo, pero de consumo cada vez más desigual.
Los vendedores de humo se regocijan en la recuperación económica. Recomiendan a los pobres el consumo de jamón ibérico para salir de la depresión. Sin embargo, el jamón ibérico está por las nubes. La producción se había adaptado a la demanda de un mercado a la baja. Ahora, cuando los gurús de la economía liberal ven la luz al final del túnel, los ricos consumen más jamón ibérico, los precios se disparan y los pobres, si acaso, pueden olerlo en alguna estantería de delicatesen.
A los pobres que se preocupan por su salud procuran convencerles de que, consumiendo unas tres lonchas de jamón ibérico tres veces por semana, tendrán cubiertas sus necesidades proteicas, aumentarán su colesterol bueno y reducirán su colesterol malo. A los que, además de pobres, son ecologistas, intentan convencerles de que, consumiendo jamón ibérico, contribuirán a la sostenibilidad del ecosistema de la dehesa. El problema es la falta de tiempo, la urgencia. Un jamón ibérico de bellota necesita tres o cuatro años para curarse en condiciones. La economía española necesita más años y otras condiciones.