No sé si alguna vez han tenido resaca, esa sensación de malestar general que se padece tras el consumo alcohol de mala calidad o en dosis excesivas. Ese estado tiene una explicación fisiológica, basada en la deshidratación, en la metabolización del alcohol, etcétera, pero resulta bastante difícil precisar qué proceso conduce a esa extraña sensación de tener incrustada en el cerebro la banda de música de Torrelodones.
Pues bien. Han caído en mis manos unos datos que afirman que en España se consumen mil seiscientos millones de cubatas al año, de los cuales cerca de un setenta por ciento se ingieren en bares, discotecas y establecimientos similares. Es verdad que una parte difícil de estimar circula de manera irregular, comprándolo fuera de los canales habituales de distribución y, por tanto, sin las debidas garantías pero, al parecer, eso no implica necesariamente una baja calidad y si tiene que ver con la evasión fiscal.
Es verdad que los datos son alarmantes pero lo que realmente me ha sorprendido, y no pretendo frivolizar, es que existen aplicaciones para móviles que nos informan de aquellos locales que sirven alcohol de baja calidad, el comúnmente conocido como garrafón. Bajo sugerentes nombres como «Garrafómetro» o «GarrafON», vaya ingenio, uno puede saber si tomar una copa en una determinada discoteca tendrá consecuencias musicales en nuestro cerebro.
Basta con entrar en la aplicación, y buscar el local en el que piensas entrar, para que aparezca una lista de las copas que puedes tomar en ese establecimiento y si el alcohol es bueno (gracias a las marcas verdes) o si es garrafón del malo (gracias a unas calaveras). Además te informa del precio medio por copa, y si pinchas sobre la variedad se desplegará una lista de todas las marcas con las que cuenta el local en cuestión.
No seré yo quien cuestione la utilidad de las nuevas tecnologías pero que sean los consumidores con dolor de cabeza, y no la inspección de consumo, quienes controlen el supuesto garrafón no deja de sorprenderme. Entiéndame bien, no pretendo que beban los inspectores, pero que un individuo con resaca opine sobre si lo que bebió el día anterior estaba o no adulterado no parece lo más fiable.
Par tratar aclarar la cuestión, y contestar a la pregunta de en qué país bebemos?, he acudido a los expertos en análisis de alcoholes que afirman que en la actualidad la adulteración es mínima y que lo que ocurre es que existen distintas calidades para una misma marca. Dicho de otra manera, el garrafón, tal como se entiende, no existe, y no es pertinente preguntarse ¿Por qué a mí?, ya que con una tasa de menos del uno por ciento de muestras adulteradas la probabilidad de que nos toque es baja.
En fin, si quieren mi consejo en esta cuestión, en las fiestas veraniegas beban con moderación y, desde luego, no consulten aplicaciones como las citadas; recuerden que la calidad del alcohol no es la responsable de que nos subamos al palco de la orquesta o de que al día siguiente en nuestro cerebro suene sin tregua Paquito el Chocolatero. Y si todavía tienen dudas sobre lo ocurrido la noche anterior, acudan a los clásicos: «No fui yo... no, yo no fui, fue el maldito cariñena que se apoderó de mí».