La Asociación Médica Mundial se creó el 18 de septiembre de 1947, motivo por el cual su Asamblea General designó la fecha de hoy para celebrar el Día Anual de la Ética Médica.
La ética estudia las costumbres o hábitos de los seres humanos. Las costumbres o hábitos positivos son las virtudes, que nos predisponen a obrar bien, y las negativas los vicios. Posteriormente la ética se va construyendo como una parte de la filosofía que trata de los deberes.
Aunque la bioética se ocupa de promover los hábitos de conducta correcta respecto a la vida de los seres humanos, de los animales, de los vegetales y del ambiente en que vivimos, la ética médica se limita al médico y a las profesiones sanitarias. Sin embargo, cuando hablamos de bioética sin especificar nada más nos estamos refiriendo casi siempre a la ética médica.
El criterio fundamental que regula esta disciplina es el respeto al ser humano, a sus derechos esenciales, a su bien integral, a su dignidad. De hecho, las primeras declaraciones de bioética surgen después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo se escandalizó al conocer los experimentos llevados a cabo por médicos del régimen nazi.
Beauchamp y Childress definieron en 1979 los cuatro principios de la bioética: autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia. El primero expresa la capacidad de darse normas uno mismo sin la influencia de presiones externas o internas, considerando que la capacidad de decidir es un derecho del enfermo y acatar esa decisión es un deber para el médico. Es de carácter imperativo y debiendo respetarse como norma, excepto en el caso de personas no autónomas.
La beneficencia se basa en que es objetivo de la medicina y deber del médico buscar el mayor beneficio para el paciente.
La no maleficencia, no hacer daño, es un imperativo no solo bioético, sino también de todos los ámbitos de la vida humana. Debe ser adecuadamente interpretado porque determinadas actuaciones médicas dañan para obtener un bien. Es decir, no dañar innecesariamente, prevaleciendo en la actuación la beneficencia. Es lo que en la práctica resolvemos a través del balance riesgo/beneficio determinado en la lex artis, donde se precisa lo que en cada momento es una actuación correcta.
El principio de justicia obliga al médico a tratar a sus enfermos sin discriminación alguna independientemente de su situación cultural, ideológica, económica o de cualquier otro tipo y velar para obtener el mayor beneficio para el enfermo (beneficencia) pero respetando sus decisiones (autonomía). Cuando estos principios entran en conflicto, a menudo por escasez de recursos, es cuando el principio de justicia debe mediar entre ellos porque cualquier recurso utilizado de forma excesiva, innecesaria, o ineficiente con cualquier paciente va en detrimento del resto de los pacientes. La política sanitaria se basa fundamentalmente en el principio de justicia y será tanto más justa cuanto consiga una mayor igualdad de oportunidades para compensar desigualdades. El paciente espera del médico que haga todo lo posible en beneficio de su salud, pero el enfermo debe saber la obligación que el médico tiene respecto a las necesidades de otros enfermos.
Un buen sistema de salud precisa profesionales con conocimientos y competencias técnicas que aplican los principios bioéticos, pero también abnegados y compasivos, lo que significa sintonizar con el sufrimiento del enfermo, con la suficiente humildad intelectual cuando se debe decir «no lo sé», y prudentes, virtud que en situaciones complejas dispone a elegir de forma razonable y ponderada.
La formación bioética se basa en los conocimientos adquiridos en las facultades de medicina, en el estudio y consulta del Código de Deontología Médica de la Organización Médica Colegial, donde se indica lo obligatorio, lo conveniente, lo justo y lo adecuado en el que están implícitas un conjunto de normas que orientan sobre una buena práctica profesional con los pacientes y con los colegas.
En Galicia el nivel de conocimientos e interés de los profesionales no deja de incrementarse, como lo demuestra la realización de dos másteres de Bioética y múltiples tareas formativas a cargo de los colegios médicos, además de las actividades organizadas por el Consello Galego de Bioética. Todo ello ha permitido contar con una base de profesionales competentes que forman parte de los comités de Ética Asistencial y de Investigación, cuya función fundamental es el asesoramiento.
En la práctica clínica diaria proporcionar a los enfermos una asistencia de excelencia, que incluya lo dicho, requiere tiempo, del que con bastante frecuencia se carece. Ello es competencia del Sergas y de una buena organización de las agendas de trabajo, sin olvidar que el tipo de asistencia a la que me he referido redundará en una mayor eficiencia.