El terrorífico fin de semana que vivió Galicia, cercada por el fuego y oculta bajo una espesa humareda, pone de relieve no solo la existencia de delincuentes que destruyen nuestro patrimonio natural y acaban segando también vidas, sino la constatación de los efectos del cambio climático, ayudados por el abandono del medio rural en una Galicia que envejece inexorablemente. Ourense es la provincia europea de más de cien mil habitantes más envejecida de Europa, según se puso de manifiesto ayer en una documentada, interesante y necesaria jornada organizada por la Fundación Barrié y la APD. Galicia, Asturias y Canarias son las tres regiones europeas con menor tasa de fecundidad. La previsión del INE es que, de aquí al 2031, las provincias de Lugo y Ourense pierdan más del 11% de su población y A Coruña y Pontevedra, más del 7 %.
Las consecuencias, de una gravedad evidente, las ponía de manifiesto ayer en La Voz el presidente de la Fundación Barrié y se detallaron en la citada sesión. Menos consumo e inversión, contracción del mercado inmobiliario por la menor demanda y, en consecuencia, de la construcción. Más envejecimiento, menos iniciativa al haber menos jóvenes, abandono de amplias zonas sobre todo rurales, menor recaudación fiscal y mayor gasto en pensiones... Hay consenso en que es el problema más grave a que nos enfrentamos, entre otras razones porque, aunque se implantasen medidas de éxito ahora mismo, tardaríamos 20 años en ver sus frutos, mientras que las consecuencias de la caída de natalidad las iremos sufriendo con más intensidad cada año. Ponerle remedio debería ser prioridad estrella en todos los planes, no solo políticos, sino sociales, empresariales y hasta familiares. Pero no lo es aun.
Y así nos va. Y peor nos irá, si la tendencia no cambia.