Como Manquiña, estamos aquí para aclarar un par de conceptos, porque el concepto es el concepto. Andan los socialistas gallegos a vueltas con los conceptos de arriba y abajo en sus procesos de elecciones primarias. Ya en el programa de televisión Barrio Sésamo Epi y Blas debatían sobre esos dos adverbios, aunque tal debate existencial despertaba menos interés que otros debates más pragmáticos, como el de por qué no se han de comer galletas en la cama.
Otros partidos prescinden directamente de las primarias. Han aprendido del sabio caracol Pérez Gil, que le repetía las cosas una y otra vez a la ingenua gallina Caponata hasta que le quedaban claras. Cuando el sabio se pasaba de sabiondo, intervenía Braulio, el quiosquero, para aportar su ración de experiencia.
En las primarias provinciales de los socialistas celebradas en las últimas semanas en toda Galicia se ha debatido sobre la conveniencia de escoger dirigentes de arriba o de abajo, del aparato o de la base. Ha habido diversas contradicciones. Por un lado, los que se presentan como adalides de los militantes de base son ahora los más vinculados a un aparato que se está renovando. Por otro, las primarias a esta escala no cumplen la función esencial de estos procesos, que no debería ser otra que la de servir como instrumento para poner ante los ciudadanos a los mejores candidatos, sino que cumplen una simple función orgánica.
Si con estos procesos se trata de escoger a los más capacitados para mejorar la organización, prescindir de quienes tienen una mayor experiencia orgánica es un despilfarro. Si se trata de renovar por renovar, las primarias no dejan de ser un experimento con gaseosa. Un experimento que interesa a los militantes, pero no a los ciudadanos; que lava la cara del partido, pero desgasta al partido en debates estériles. Se corre el riesgo de caer en la lucha cainita en momento de lucha por la supervivencia. Las primarias a esta escala democratizan el partido, pero no salen gratis, tienen un coste dentro y fuera. Otra cosa son las primarias a escala nacional, abiertas a simpatizantes y afines, que por lo menos sirven como sondeos sobre posibles liderazgos.
El socialismo de arriba o abajo es un debate que viene de lejos, un debate más estratégico que ideológico. Siempre ha habido socialdemócratas partidarios de socializar el capitalismo desde arriba y partidarios de socializar el capitalismo desde abajo. Han caminado por atajos diferentes hacia objetivos coincidentes. En el primer párrafo de los estatutos de la Primera Internacional, Marx ya había dejado claro que la emancipación de los trabajadores debía ser obra de los trabajadores mismos. Esto es la socialización desde abajo. Quienes están de vuelta del marxismo sin haber ido no consideran irrefutable ese principio básico de un partido obrerista. Siglo y medio después, parece que los socialistas dedican más tiempo a debatir sobre cuestiones internas que sobre el retraso en la edad de la jubilación o sobre la precariedad en el mercado de trabajo. Las primarias no son un fin en sí mismas. A finales de los ochenta Los mundos de Yupi sustituyeron en antena a Barrio Sésamo. Vivir en los mundos de Yupi es divertido, pero los socialistas no están en política para divertirse, sino para resolver problemas a los demás, sobre todo a los de abajo. El concepto es el concepto.