Al ritmo que avanzan los cambios sociales y tecnológicos, no se podía mantener en pleno siglo XXI la vieja mecánica de actualización del diccionario de la Academia. La agilidad que se quiere imprimir al proceso de revisión es necesaria porque el lenguaje cambia cada día. En un mundo de cerca de quinientos millones de hispanohablantes surgen todos los días palabras nuevas. Unas van a arraigar. Otras tendrán una vida efímera. Y también cada día algún lexicógrafo de la Academia detectará que alguna otra voz ha dejado de usarse hace mucho tiempo, o que la información que de otra aporta el Diccionario es mejorable, y en consecuencia se pone a la tarea.
Las novedades de las revisiones del Diccionario son de tres tipos: adiciones, bien sea de neologismos o de acepciones y formas complejas; enmiendas y supresiones. Las primeras son mayoría. Algunas sorprenderán a muchos hablantes, que podrían creer que ya estaban en el DLE, como la acepción de saga 'estirpe familiar'. Se echan en falta otras de palabras de uso cotidiano, como selfie o bitcoin, bien como extranjerismos o bien adaptados en las formas selfi y bitcóin. Otras adiciones parecen una corrección de errores. Así, llega al Diccionario espadón, 'militar golpista', que ya empleaba Pérez Galdós en el siglo XIX: «Ahí tenéis al espadón de los libres echando a la titulada Gobernadora un memorial sedicioso» (Vergara, 1999). O bombín, 'bomba pequeña para hinchar las ruedas de una bicicleta'. ¿Con qué se les daba aire hasta ahora?
Una de las tareas más delicadas que deben afrontar los lexicógrafos es adaptar el Diccionario al espíritu de los tiempos en aquellos artículos que algunas personas pretenden que se supriman por anacrónicos. Lo que hacen entonces los redactores de la obra es modificar una definición o añadir alguna marca de uso, aunque raramente suprimen el término o la acepción. Así, por ejemplo, gitanada sigue siendo 'trapacería', pero el Diccionario añade ahora que «se usa como ofensivo o discriminatorio».
Lo que se echa en falta es una relación completa de los cambios, no una pequeña muestra. ¿O para conocerlos habrá que abrir todos los artículos en Internet y compararlos con la última edición impresa?