parece que tuitear es insultar en menos de 140 caracteres. Tuitea, que algo queda. Paradójicamente, la gente tenía más reparo a insultar cuando se carteaba, mediante insultos particulares, que a insultar cuando tuitea, mediante insultos en red. A partir de un tuit, con insulto incorporado, se genera un bucle de tuits de opinión sobre el tuit, que desvía la atención del asunto al insulto. Bien lo saben Trump y otros tramposos.
También en la política española está de moda el tuiteo. En la primera etapa de la democracia, la de la alternancia bipartidista, la ilusión y la desafección, el insulto pasó de lo ideológico a lo personal. En la segunda etapa, la del populismo, el radicalismo y el separatismo, el insulto se ha agilizado y masificado gracias al tuiteo. Los insultos políticos evolucionan. En la República, por ejemplo, los de izquierdas llamaban a los de derechas burgueses o señoritos y los de derechas llamaban a los de izquierdas parásitos o zánganos. Para los tuiteros de hoy esos insultos serían cursiladas. Sin embargo, hay un insulto que ha perdurado: fascista. Entonces respondía a un contexto, hoy está descontextualizado.
Fascista era el partidario del fascismo italiano, del militarismo y del patriotismo; también del obrerismo y del corporativismo, ya que el fascismo fue un intento de renacionalización del proletariado. El concepto, que entonces iba acompañado de un relato épico, con el tiempo se ha ido vaciando de significado. En los años treinta había fascistas en España, los falangistas, pero la mayoría de los conservadores no lo eran. Eran fachas, es decir, partidarios de una política reaccionaria y autoritaria, cargada de tradicionalismo y nacionalcatolicismo. Facha es un insulto más doméstico, más nuestro, más autóctono, más idiosincrático, menos coyuntural.
Fascista es el insulto por excelencia de los que se arrogan la democracia. Cuando dicen de alguien que es un fascista, le colocan fuera de los límites del sistema democrático. De hecho, el fascista es un antisistema. No obstante, llamar fascista a un antisistema separatista no deja de ser una contradicción. También lo es llamar fascista a quien reivindica períodos históricos exaltados por el franquismo, como la reconquista de los reinos de taifas o la conquista de América. Cierto que el franquismo contaminó la Historia, pero la confusión actual tiene que ver precisamente con el desconocimiento de la misma en un país polarizado, donde ultras y radicales apenas leen y los que quedan entre ambos tampoco dedican demasiado tiempo a lecturas históricas. No ayudan políticos mediocres con tuits en los que dicen vivir cada poco un día histórico. Solo el desconocimiento de la Historia explica que uno se crea protagonista de ella a diario y se sienta en la obligación de difundirlo en un tuit.