Cómo me aburre este invierno, hasta el paisaje tiene un color invernal tardío y apagado como una gallina a medio desplumar. El tema catalán lo invade todo y resulta tedioso porque ya está en los créditos, aunque los protagonistas y el público no quieran darse cuenta, cómo el soldado del guateque de Peter Sellers, que no dejaba de tocar la trompeta por más que lo baleaban.
El horizonte más excitante lo componen la misa solemnis y afectorreica de los Goya y la caza de sátiros como si fueran pokémons. No se trata de una epidemia de machismo exacerbado, sino de la vieja estrategia de vengarse del poder a través de la injuria colectiva y el escándalo -del griego eskandalón: hacer caer-. Ya le pasó a los templarios, a los cátaros y a muchos grandes hombres y mujeres poderosos, abatidos por el furor de un escarnio en manada.
Me adhiero al manifiesto francés liderado por Caterine Deneuve que presenta enmiendas al concepto actual de lo que es o no es machismo. No tenerlas en cuenta es darle todo el poder al gran inquisidor de las redes sociales, mucho más cruel y doloroso que arder en una hoguera frente la puerta de Notre Dame.
Tiene razón el profesor Miguel Anxo Bastos cuando afirma que lo mejor para defenderse de la difamación en las redes es mentir, mentir lo más posible y cuantos más podamos hasta que la red pierda toda credibilidad, salvo unos pocos sitios fiables y acreditados. Bastos propone la vieja estrategia china de la guerra que apaga el fuego echándole más leña, pragmáticamente es la mejor solución para acabar con los linchamientos mediáticos y la caza de bruj@s.
Hasta que no sean legión los denunciantes a través de las redes de ser víctimas de abusos machistas la montería no va a parar de cobrarse piezas indiscriminadamente.
Es sospechosa la conspiración de silencio de tantas actrices y personajes famosos apelando a la razón del miedo al poder del acosador o a la vergüenza de haber sufrido un ultraje, pero a veces hay razones que son excusas. No dudo de los hechos, pero cuando las denuncias se reproducen como esporas, me malicio de que muchas obedecen tanto a la necesidad de vengarse del acosador, como a la de liberarse del sentimiento de culpa por haber callado, consentido o aprovechado su drama.
La pulsión sexual humana es salvaje y pretender domesticarla acaba siempre en un juzgado o en un burka. El guantazo que le largó Sofia Loren a su amigo Mastroianni por sobrepasarse un poco y los arañazos de Lola Flores a un marqués por tocarle el culo, son mejor solución que los lacitos de colores.