Cuentan las crónicas que con gesto serio, desolada y rota de dolor, Ana Julia Quezada se mantuvo durante doce días al frente de algunas cuadrillas que buscaron inútilmente al niño Gabriel. Las mismas crónicas nos relatan sus mimos y consuelos hacia el padre desolado por las duras circunstancias que estaba atravesando, sus llantos en las concentraciones populares que pedían su aparición y el ruego a los medios para que respetasen su intimidad.
Esos medios que a mediodía de ayer sobresaltaron y entristecieron a todo un país al dar cuenta de que Ana Julia había sido sorprendida llevando el cadáver del niño Gabriel en el maletero de su coche, según se cree para trasladarlo del lugar en el que lo escondía a otro más recóndito. Llevamos días hablando del niño Gabriel Cruz y lo seguiremos haciendo en las próximas semanas y meses porque el caso no ha hecho más que empezar. Probablemente nos depare más de una sorpresa, como ocurre siempre con este tipo de sucesos.
Pero el protagonismo del repugnante episodio no debemos situarlo en el niño asesinado, cuya desaparición apenó y alertó a toda España. El pequeño Gabriel poco más hizo que ser un niño feliz y responsable, a decir de quienes le conocían. Hay que situar el foco sobre quien fue capaz de cometer un acto tan miserable y ruin. Ana Julia es la protagonista del salvaje suceso, la que lo provoca, la que decide y la que, en definitiva, lo posibilita. Y aun así, Ana Julia fue capaz de mostrar durante días su otra cara; la maternal.
Resulta difícil de asumir y menos comprender que quien mostraba devoción enfermiza por los niños, la madre de una adolescente, y la misma que pidió «por favor, por favor devolvernos a nuestro Gabrielillo» haya sido capaz de comportarse de forma tan salvaje e irracional. El admirado José Saramago sostenía que el hombre es el inventor de la crueldad y George Eliot aseguraba que la crueldad, como cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo para ser practicada, apenas oportunidad. Aun desconociendo los motivos reales que -si se confirma que fue la autora- llevaron a Ana Julia a ser tan cruel, parece ser que mantenía malas relaciones con el pequeño Gabriel, el atroz suceso de Almería nos debe hacer reflexionar sobre cómo un ser humano es capaz de matar a un inocente niño, hijo de su pareja, para inmediatamente llorar desconsoladamente su pérdida y erigirse en protagonista de las labores de búsqueda. Pocos comportamientos hay más inhumanos que este que nos asombra.
Y, sobre todo, nada puede reflejar tan nítidamente la crueldad humana. José Saramago sostenía que el hombre es el inventor de la crueldad y George Eliot aseguraba que la crueldad, como cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo para ser practicada