Cualquiera no puede ser diputada

Fernando Hidalgo Urizar
Fernando Hidalgo EL DERBI

OPINIÓN

27 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El incidente nocturno de la diputada Paula Quinteiro nos debe servir para plantearnos una pregunta sencilla y básica, que desgraciadamente no siempre nos hacemos. ¿Vale cualquiera para representar a la ciudadanía? ¿De verdad los partidos hacen un filtro digno de la sociedad a la que quieren representar cuando deciden las listas de candidatos?

 Es obvio que en el caso de Quinteiro o no se hicieron las preguntas, o no se pusieron los filtros o a nadie de los que tenían mando en plaza le importó el pequeño detalle de la capacitación.

«Estades a secuestrar o meu labor parlamentario e tedes que saber que eu teño un réxime especial», consta en el atestado de la Policía Local de Santiago que dijo la diputada de En Marea a raíz de unos incidentes nocturnos presuntamente protagonizados por su cuadrilla de amigos. Según la Policía, Quinteiro se dedicó a obstruir el trabajo de los agentes que intentaban identificar a quienes al parecer estaban destrozando con la alegría propia de quien no sabe tomarse unas copas los retrovisores de varios coches aparcados. La alegría debía ser épica porque la pandilla jaleaba la proeza destructiva y se reía de lo lindo.

Quinteiro matiza la versión de la policía, a quien califica de excesiva, si bien dentro de su propio partido dan por bueno el atestado. Hasta Martiño Noriega lo da por correcto al decir que los agentes de seguridad locales habían actuado bien. Eso sí, después dice que se trata en todo caso de un asunto menor. Y aquí es donde no se puede estar de acuerdo, porque no se debe considerar un asunto menor que nuestros representantes, se tomen o no unas copas, crean que entra dentro de cierta normalidad exhibir su posición parlamentaria en medio de un incidente típico de borrachos maleducados.

Quinteiro ha quedado descalificada. Pero igualmente lo están aquellos que o bien la disculpan, o bien miran hacia otro lado o bien consideran que es un tema irrelevante. También quedan descalificados los que en el momento de armar las listas propusieron a quien no tenía la categoría suficiente para desarrollar uno de los cargos más importantes que existen: representar a los ciudadanos y trabajar por el bien común.

Otro aspecto que pone de manifiesto el caso Quinteiro es ese mal extendido en España según el cual aguantamos lo que sea a los nuestros y matamos a la mínima al adversario. Igual que nadie soporta la corrupción en los demás partidos, pero se hace el loco cuando le toca al propio, en el caso de la diputada anticapitalista vemos algo parecido. Es cierto que dentro de En Marea hay un sector molesto con la actitud de Quinteiro. Y hasta el propio Beiras la ha puesto en su sitio: «Se eu fose Paula Quinteiro, dimitiría, pero o que pasa é que é imposible que eu fose Paula Quinteiro, porque a miña traxectoria demostra que é imposible que eu faga nunca o que ela fixo». Pero hay un núcleo duro que dirá cualquier cosa antes de admitir que la parranda se le fue de las manos a la diputada. Siempre queda bien, sobre todo para los anticapitalistas, que la culpa sea de ese cuerpo represivo que es la policía, que no sabe divertirse rompiendo espejos.