Uno. Salvador Sobral ha sido una gota de agua en un océano inmenso. Vuelve a ganar el espectáculo. Dos. Que Israel haya ganado con una canción que habla de acoso es, cuando menos, muy irónico. Por no ponerle otros calificativos. Tres. El puesto es una mierda. De acuerdo. Pero no. Sí que pasa algo. Lleva siendo una basura demasiado tiempo. Alguien debería hacérselo mirar ya. Cuatro. Hemos echado a José María Íñigo mucho de menos. Muchísimo. Eurovisión ya nunca será lo mismo. Cinco. En serio, ¿cómo no ha ganado la Beyoncé de Aliexpress chipriota? ¿Cómo es posible? ¿Cómo hemos llegado a esto? Seis. Alemanes, nos hemos dado cuenta de que era Ed Sheeran con peluca creyéndose Teo va a Eurovisión. No ha colado. Siete. Hasta que vuelva Lee Lin Chin a dar los puntos de Australia (que por lo visto lleva un tiempo anexionada a Europa) me declaro en huelga eurovisiva. Es una vergüenza. Casi tanto como su representante este año. Ocho. ¿Le habrá dado ya la pájara al representante de Hungría? ¿Seguirá corriendo y gritando por el plató? Nueve. El espontáneo. Ese momento debería estar ya en la escaleta. Diez. Es tan tierno que intenten hacer canciones con mensaje político y les salgan esas cosas. Como la francesa. O la italiana. Once. Ir a cantar con mochila. Me declaro totalmente fan. Doce. Gracias Twitter. Esto no sería lo mismo sin Memeland.