Mariano Rajoy suspendió todas sus actividades, lo que se dice su agenda, para preparar la moción de censura. Si el señor Rajoy hace eso es porque le da la máxima importancia y quiere hacer un debate espectacular, con máximo lucimiento de sus dotes parlamentarias, que es lo mejor que tiene. Entre pasado mañana y el viernes tiene que ganar todas estas batallas: derrotar a Sánchez, que quizá sea lo más fácil; demostrar al país que su partido tiene antecedentes de cloaca, pero él está limpio como una patena; recuperar imagen de estadista ante una sociedad que ha decidido que Rajoy está agotado y en retirada; hacer ver que conserva intacta su iniciativa política y convencer al alto número de ciudadanos (más de 60 % en algunas encuestas) que desean que no se vuelva a presentar.
Por eso se enfrenta a la embestida de Pedro Sánchez y de casi todos los demás oradores como una gran oportunidad; quizá la mayor y la última oportunidad de su vida política. Humillado por los sondeos, maltratado por los jueces de la Gürtel, incomprendido por gran parte de la opinión publicada, martirizado por la multitud de voces que le reclaman que se vaya, considerado por otros como el culpable de todos los males que padece este país y erosionado en su propio partido, la moción de censura puede ser para él la resurrección y la vida, con perdón de Jesús de Nazaret. Parece una tarea imposible, porque hay un consenso general en que esto no aguanta más, pero en un resistente como Rajoy la palabra imposible no existe.
Lo más difícil vendrá después de la derrota de Sánchez, que podemos dar por casi segura. Vendrá cuando Albert Rivera plantee una segunda moción para forzar elecciones «de forma inmediata». Al líder de Ciudadanos le podrá volver a llamar aprovechategui por querer beneficiarse de lo bien situado que está en las encuestas; pero hay algo que ya no puede: que multitud de líderes de opinión y el propio Podemos coinciden con Rivera en que es la mejor salida y en que no hay nada más democrático que dar la palabra al pueblo en momentos de emergencia. Incluso Alfonso Guerra, histórico del PSOE, coincide con el líder de Ciudadanos, que vive otro momento dulce e intenta arrebatarle a Rajoy el monopolio del sentido común.
La gloria de Rajoy sería ganar también esa moción, si se llega a presentar. Él, que es aficionado al fútbol y seguidor del Real Madrid, probablemente tiene una ensoñación: ver a Sánchez y a Rivera convertidos en Loris Karius, el portero del Liverpool. A Sánchez, para que le entregue el balón como Karius se lo entregó a Benzema. Y a Rivera, porque le falte fuerza en las manos para detener el disparo de Mariano Bale. Y les digo una cosa: nada se puede descartar.