Como ha pasado tanto tiempo no recuerdo ni el momento exacto ni el porqué. Pero sí retengo vívidamente en la memoria las palabras de Santiago Carrillo en aquellas Cortes de nuestra transición que han dejado mucho mejor recuerdo que, me temo, dejarán las actuales: «Reíos, reíos, señores ducedé -así pronunciaba Carrillo de UCD-, que en el pecado llevaréis la penitencia». Eso les sacudió el dirigente comunista a los representantes del partido del Gobierno que, por lo que fuera, hacían chanzas de su intervención en el Congreso.
Es más que probable que la retirada, contra pronóstico, del presidente de la Xunta de la carrera por sustituir a Rajoy en la presidencia del PP haya provocado lógica alegría en las dos dirigentes que ayer decidieron entrar a competir por ese puesto (Sáenz de Santamaría y Cospedal), alegría que habrán compartido los que con todo derecho las apoyan. Pero, reconocida de forma general la posibilidad de que, tras el autodescarte de Feijoo, la disputa por el poder interno en el PP acabe convirtiéndose en una trifulca formidable, no parece que esté de más recordar la experiencia de UCD, partido al que Carrillo pronosticó una penitencia que, dado el empeño de los de Suárez en autodestruirse, no tardó en llegar, en forma de terrible debacle electoral.
Aunque ya bastante dividida internamente, UCD obtuvo en las elecciones de 1979 casi seis millones y medio de votos y 168 diputados; Coalición Democrática (antecedente del PP) poco más de un millón y diez escaños. Tres años después, en los comicios de 1982, Alianza Popular obtuvo cinco millones y medio de votos y 107 diputados; UCD algo menos de un millón y medio y 11 diputados.
¿Podría suceder algo semejante con Ciudadanos y el PP? A quienes contesten a ese interrogante afirmando que las circunstancias de aquel momento y las de este son muy diferentes les diré que, si me lo permiten, ya lo sé. Pero justamente por eso: los partidos eran a finales de los setenta y principios de los ochenta estructuras sólidas y no las opciones líquidas de hoy en día, que pueden conducir a alguien al poder sin una organización asentada en el territorio: ahí está Macron y su movimiento En Marche! que lo llevó en volandas nada más y nada menos que a la presidencia de la República francesa.
Es verdad que Ciudadanos es muy débil en la mayor parte del país, pero lo es también que su diferencia con el PP en votos y en escaños es mucho menor que la que existía entre UCD y CD en 1979, lo que no impidió que en 1982 el partido de Fraga se merendase al de Suárez.
El PP tiene ahora la oportunidad de salir de la compleja situación en que se encuentra dando un paso hacia el centro y hacia la renovación. Si, en lugar de eso, se enzarza en una guerra de guerrillas similar a la que acabó con UCD, hay ya quien está preparado -Ciudadanos- para ocupar el vacío que dejan siempre los partidos que optan por mirarse el ombligo en lugar de pensar en sus votantes.