El esperpéntico proceso de renovación del consejo de RTVE ilustra hasta qué punto confundió Pedro Sánchez el hecho de haber sacado adelante una moción de censura contra Mariano Rajoy con el de contar con una mayoría absoluta en el Parlamento. Ayer, el líder socialista acabó de entender que ni con sus 84 diputados, ni con los 156 que suma con Unidos Podemos, podrá aprobar absolutamente nada sin pagar antes un peaje político a los independentistas. La idea del secesionismo catalán al situar en la Moncloa a un presidente tan débil como Sánchez fue siempre la de aplicarle la táctica del salami, consistente en ir arrancando concesiones para su causa rebanada a rebanada a la mínima oportunidad, hasta que, casi sin darse cuenta, el líder socialista no tenga ya más que una parte mínima del salchichón a la hora de negociar.
El grado máximo de esta degeneración de la política lo vemos ahora, cuando el Gobierno se aviene a la desvergüenza de que el independentismo le imponga meter en un mismo saco cuestiones tan dispares como el traslado a cárceles catalanas de los golpistas acusados de rebelión, la apertura de un diálogo sobre un referendo independentista y la renovación de RTVE, para la que el voto de los secesionistas resultaba imprescindible. Y el Ejecutivo cede en todo.
De momento, todos los golpistas van a dormir ya en prisiones catalanas gestionadas por el Gobierno de Joaquim Torra, al que hasta hace poco Sánchez consideraba un peligroso «racista» y el «Le Pen español». Podrán comer ya calçots y pa amb tomàquet en lugar de aquellos flatulentos cocidos y resecas hamburguesas con las que Turull y Rull decían ser torturados en la prisión de Estremera. Pero al independentismo, esa rebanada de salami regalada a cambio de nada le supo a muy poco. Y, por ello, a escasos días de que Sánchez se reúna con Torra, advirtió con desvergüenza de que su posible apoyo del decreto para la renovación de RTVE dependería de que el Gobierno se aviniera a que ese diálogo se aborde sin condiciones, incluyendo el que se pueda hablar de un referendo de autodeterminación. Dicho y hecho. La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, se apresuró a afirmar el martes que el Ejecutivo se dispone a intensificar con Torra un diálogo abierto, democrático y «sin cortapisas», incluyendo el derecho a decidir. Y, antes de que los independentistas apretaran ayer el botón del sí a la renovación de RTVE, exigieron aún la última humillación de que la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, encargada de fijar el orden del día de ese encuentro, confirmara que en esa cita se podría hablar de un referendo de autodeterminación. Algo contra lo que el PSOE había votado hace solo una semana.
Otra gruesa rebanada del salami en el zurrón independentista. Y también a cambio de nada, porque a ellos lo que ocurra en RTVE les importa bien poco. Lo suyo es mantener TV3 como una formidable maquinaria de propaganda secesionista. Lo hicieron hasta con el 155 en vigor. Que se sepa, Sánchez no ha exigido hablar de ello con Torra.