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La expresión new normal es uno de los muchos legados de la crisis financiera. Así se bautizó la hipertensión de los mercados financieros, su reacción exagerada a cualquier aleteo. Después la «nueva normalidad» se integró en el discurso de las agencias de seguridad sobre el yihadismo al admitir que los ataques terroristas en cualquier territorio ya formaban parte del paisaje. Y en política el new normal se nos ha ido de las manos. Hay que digerir que el mundo está en manos de individuos como Donald Trump, Vladimir Putin y Jair Bolsonaro. Es lo que toca. Inmigrantes votándole a xenófobos, mujeres apoyando a machistas, negros eligiendo a racistas, pobres apostando por magnates malcriados.
La penúltima del presidente de EE.UU. es que quiere abolir el derecho a adquirir la nacionalidad por nacimiento, condenando así a los hijos de los inmigrantes a seguir viviendo en el limbo de sus padres. Miente sin anestesia al asegurar que eso no ocurre en ningún otro lugar. Pero eso ya no es noticia. En el mundo ideal del millonario, los extranjeros serían extranjeros para siempre. A partir de ahora, claro. Porque la cosa cambia si la norma se aplicase con efecto retroactivo. Según la propia doctrina de Trump, se puede concluir que el propio presidente no es americano. Porque sus raíces están muy lejos. Atendiendo a sus orígenes, el tipo probablemente sería alemán, con lo que tendría dos opciones claras: convertirse en un ilegal o pasar a ser un ciudadano bajo el Gobierno de Angela Merkel.
Por cierto, detrás de la teoría del new normal está Mohamed el Erian, norteamericano de origen egipcio nacido en Nueva York y doctorado en Oxford. Malditos extranjeros.