Ayer la CNMV multó al ministro Borrell con 30.000 euros por vender, con información privilegiada, acciones de Abengoa. La venta de las acciones las realizó dos días antes de que Abengoa entrase en preconcurso de acreedores. La acción es una de las mayores ruinas del mercado español. Hay otras. Y en ellas están atrapados los pequeños inversores. No bastó con arruinar a más de trescientas mil familias con el expolio del Banco Popular. Si ustedes siguen a las empresas de mediana o baja capitalización de la bolsa española, verán que hay muchos valores que han perdido más del 50% de su valor este año. Y alguno que sobrepasa el 80%. Los pequeños inversores nada pudieron hacer.
Por ponerles un ejemplo, la farmacéutica de origen gallego Pharmamar, abrió alguna jornada perdiendo un 35% de su valor después de que no se aprobase uno de sus medicamento. Imposible escapar para cualquier inversor pequeño. Obviamente, si ese inversor tuviese información privilegiada como Borrell, hubiese vendido sus acciones el día anterior a la debacle. Pero eso, además de no ser justo, es delito. E indigno. Y por supuesto inhabilita a cualquiera para ejercer un cargo público desde el momento en que tal circunstancia se prueba. Josep Borrell me ha decepcionado. No es una apreciación ligera, sino dolorosa. Porque Borrell siempre me ha parecido el mejor de todos los ministros socialistas: un hombre culto, capacitado y honorable. En virtud de ello, del honor (el propio y el de la ciudadanía) debe dimitir de inmediato.